Iniciado el año, el senador sanlorencino Armando Traferri dejó se aparecer entre las noticias políticas de la provincia.
El cierre de 2020 fue harto complicado para el legislador, pues estuvo en la mira de los fiscales rosarinos que investigan una red de juego clandestino y, precisamente, lo tenían entre los sospechosos de tal ilícito.
Los indicios eran de tal envergadura que llegaron a solicitar que sus pares lo desaforaran de la Cámara Alta a fin de poder imputarlo.
Como ya es sabido, la mayoría de sus integrantes optaron por actuar de manera corporativa y rechazaron dicha petición. Valiéndose de sus fueros siguió firme en su cargo y, por el momento, alejado de los Tribunales.
¿Y ahora?
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Gritos y peleas en el entierro de SofíaLos fiscales continuarán con sus investigaciones, pero por el momento Traferri continuará en su rol de senador como si poco hubiera sucedido. De hecho, no tiene sentencia en su contra, por lo que se impone el concepto de inculpabilidad hasta tanto se demuestre lo contrario.
La pregunta es si todo seguirá igual o aquel vendaval que debió sortear lo afectó en algo.
Una de las secuelas que esto generó fue la partición del bloque homogéneo que conducía, pues seis de los doce legisladores que lo componían se apartaron y se alinearon directamente con el gobernador Omar Perotti.
En adelante el peronismo, tal como estaba concebido en el Senado, no seguirá actuando como hasta entonces, aunque Traferri podría valerse de varios de quienes conforman el bloque de la oposición, en su mayoría radicales, que al momento de votar por su desafuero, lo rechazaron.
Durante las gestiones del socialismo, el PJ en la Cámara Alta conformó un fuerte espacio de poder para co-gobernar con los gobernadores. Fueron tiempos de entendimiento entre unos y otros repartiéndose las decisiones. Una de las tantas ventajas que obtuvieron los senadores fue la disposición de cifras millonarias en subsidios que cada uno maneja casi a voluntad, lo que en política bien podría interpretarse como una excelente “caja”, algo que con la reciente aprobación del nuevo presupuesto provincial, no se alteró.
Otra particularidad es el claro enfrentamiento que el legislador blanqueó contra parte de la estructura judicial, en particular con los fiscales, y también con uno de los hombres fuertes del perottismo como lo es Marcelo Saín, titular del Ministerio de Seguridad de la Provincia y casi el único integrante del gobierno de Omar Perotti decidido a hacer política.
Llamó y llama la atención el silencio del gobernador durante toda esa etapa. Y también de los diputados, oficialistas u opositores, que casi no hicieron referencia a lo que sucedía en aquellos días.
En su territorio, Traferri no tuvo mayores inconvenientes. Nadie salió al ruedo público a hacer declaraciones. Puede entenderse que dirigentes del peronismo expusieran algún apoyo, algo tímido, pero no que desde sectores opositores se llamaran al silencio.
Por el momento puede ser que Traferri ya no tenga esa conducción casi monolítica en el Senado como supo disponerla hasta ahora, aunque eso está por verse.
Y en el departamento habrá que evaluar si cosechó algún perjuicio hacia su imagen durante estos casi tres años que aún le resta de mandato como para proyectar una eventual reelección. Además, sigue sin observarse candidato o estructura política alguna que se atreva a iniciar alguna campaña seria con vistas a disputarle el cargo en las próximas elecciones.
De acá al 2003 cuántos recordarán estos hechos y cuántos lo analizarán como un “privilegio de inmunidad” como para sentenciarlo políticamente, tal como desde el mismo Marcelo Saín se encargó de precisar.
Está claro que 2023 queda muy lejos como para se recuerde todo lo sucedido. Y de última, qué le hace una mancha más al tigre. Traferri supo sortear otras situación escandalosas en tiempos que fue intendente de San Lorenzo y salió airoso. Por qué no apostar que también saldrá fortalecido de este nuevo entuerto.
Alejandro Romero