Editorial

Hidrovía caída, Milei bajo fuego y un país sin rumbo productivo

Hidrovía caída, Milei bajo fuego y un país sin rumbo productivo

Milei dando explicaciones luego de emitir un twitter promocionando un criptomoneda
Por Nicolás Carugatti
Por Nicolás Carugatti

La semana pasada se cayó la licitación más importante para la economía del país: la de la Vía de Navegación Troncal, más conocida como Hidrovía. Esta concesión, vencida desde 2005 –hace 20 años–, debía modernizarse con un nuevo pliego para abrir una licitación internacional. Sin embargo, el proceso quedó trunco porque se presentó una sola empresa, y, como siempre en Argentina, en lugar de encontrar soluciones, todos se acusan de todo y nadie es responsable de nada.

Este país funciona con una matriz de fracaso crónico. Se repiten los mismos errores, el tiempo se diluye y la única certeza es que no se avanza. Como me decía Javier Prida, productor y director de la Cámara de Industriales de Avicultura: “Si este país no cambia su justicia, no hay salida”. Una frase tan brutal como real.

Lo que sucede con la Hidrovía tiene un espejo claro en otro escándalo judicial: el caso Vicentin. Una empresa clave para la economía regional que lleva cinco años esperando una resolución que hoy está en manos de la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe. Un tribunal que ya tuvo la causa en su poder en una decisión inédita, y que, pese a la recomendación del procurador del mismo tribunal para que se homologue el concurso, parece inclinado a empujar a la empresa al cramdown.

Mientras tanto, ¿qué lugar ocupa la caída de la licitación de la Hidrovía en la agenda pública? Prácticamente ninguno. No hubo un solo dirigente que tomara este tema con la seriedad que amerita. El país puede perder competitividad, encarecer sus exportaciones y resignar inversiones millonarias, pero lo que importa es la espuma del día a día. En cambio, un posteo en Twitter del presidente Milei puede hacer que el Congreso se paralice, que se presenten pedidos de juicio político y que la Justicia se inunde de denuncias penales que tendrán al mandatario como rehén de los tribunales por años.

Hace poco escuchaba en el podcast La Fábrica a un empresario marplatense dedicado a la construcción de buques pesqueros. Contaba cómo el Estado no arbitra políticas que permitan el crecimiento de la industria y cómo la pesca en Argentina opera casi sin rentabilidad. Somos el único país del mundo que aplica retenciones a la exportación pesquera, además de permitir el ingreso de barcos usados a precios residuales, completamente obsoletos en otras partes del mundo.

Lo mismo pasa con la maquinaria agrícola y la posibilidad de importar implementos que ya se fabrican en el país. Se suma la baja rentabilidad del agro, ahogado en retenciones, impuestos e ineficiencia logística. Rutas destruidas, puertos congestionados, una Hidrovía sin rumbo y costos que se disparan por la incapacidad del Estado.

Argentina es un país atrapado en su propia decadencia, enredado en disputas ideológicas sin sentido y sin un plan real para el crecimiento. Las prioridades están patas para arriba, y la Hidrovía es solo otro símbolo de nuestra autodestrucción. Mientras el mundo avanza, nosotros seguimos girando en círculos.

Estamos fritos.

5