Roberto Deotti, más conocido como “el Gringo”, volvió a San Lorenzo con el alma repleta de alegría y una historia que emocionó a toda la comunidad. A sus 77 años, este entrañable vecino cumplió un sueño que venía acariciando hace tiempo: recorrer en su moto NSU 250 alemana de 1956 más de 2.400 kilómetros para llegar a uno de los paisajes más majestuosos de Argentina: las Cataratas del Iguazú.
Lo hizo solo, sin ligereza, con la calma y sabiduría que solo los años saben dar. Fueron varios días de ruta hacia el norte del país, cruzando paisajes, pueblos y horizontes, movido por la libertad y la pasión que siempre lo acompañaron. “Un viaje de ida muy lineal, era devorar kilómetros con el entusiasmo de querer llegar”, destacó el sanlorencino.
La llegada a Puerto Iguazú fue una fiesta. La gente lo recibió con los brazos abiertos, compartieron asados, anécdotas, y largas charlas que se quedarán por siempre en su memoria. “El Gringo” se sintió como en casa, conmovido por la calidez del norte y la conexión sincera con cada persona que se cruzó en el camino.
El regreso no estuvo exento de imprevistos: una falla menor en la moto lo obligó a quedarse unos días más en la tierra colorada, pero el contratiempo no empañó su ánimo. Al contrario, como él mismo relató a SL24: “Venían todos a ver la moto en cada parada de regreso. Era llamativo ver a un piloto de 77 años en una moto de 69. Así que me vino bien el percance.”
El sábado por la tarde, finalmente, volvió a San Lorenzo. Cansado, sí, pero con el corazón lleno. Su bolso traía algo más que ropa: volvía cargado de orgullo, emoción y recuerdos que valen más que cualquier trofeo.
Porque su viaje no fue solo una travesía en moto. Fue una declaración de vida. Una prueba de que los sueños no tienen edad, de que la pasión puede más que el tiempo, y que cuando hay salud, voluntad y corazón, no hay ruta imposible.
Hoy, el Gringo descansa en casa, rodeado de lo que más ama: la comida casera de su esposa, el calor del hogar, su familia, y sobre todo, los abrazos de sus nietos, que lo miran con admiración. Y no es para menos: tienen frente a ellos a un verdadero ejemplo de vida.
