En el sector inmobiliario, como en tantos otros rubros de la economía actual, la exposición en redes sociales se volvió una práctica imprescindible. Sin embargo, no todo lo que brilla en los algoritmos se traduce en valor para el negocio. Hoy más que nunca, el reto no es solo mostrar, sino construir marca y generar confianza en medio de una avalancha de estímulos efímeros.
La tendencia dominante es clara: el formato video, especialmente en reels de Instagram y TikTok, se volvió el canal elegido para mostrar inmuebles en venta o alquiler. Algunos suman locución profesional, otros se valen de planos con drones o recorridos en 360°, pero la lógica que subyace es una: captar la atención en los primeros segundos. Aun así, las tasas de rebote son altísimas. La mayoría de los usuarios hacen scroll al instante. Pocos retienen lo que vieron. Y lo más grave: casi nadie recuerda la marca detrás del contenido.
Este fenómeno no es exclusivo del mundo inmobiliario. Atraviesa a todas las industrias que intentan generar posicionamiento a través de las redes sociales. La lógica del algoritmo recompensa lo inmediato, lo llamativo, lo viral. Pero la lógica de los negocios necesita estrategia, consistencia y profundidad.
La paradoja es brutal: se invierte cada vez más en producir contenido que cada vez dura menos, y lo que se pierde en el camino es la construcción de marcas sólidas, con prestigio, confiabilidad y proyección. En un mercado donde los activos inmobiliarios se juegan en montos millonarios y donde la confianza es uno de los valores más importantes a la hora de decidir una compra o una inversión, no construir marca es perder mucho más que una oportunidad: es quedar fuera del mapa.
Además, cuando las inmobiliarias no logran instalar su nombre o su propuesta de valor de forma clara, les resulta cada vez más difícil captar nuevas propiedades. Los desarrolladores y propietarios buscan aliados visibles, firmes, reconocidos. En tiempos líquidos, donde todo cambia en segundos, la solidez de marca se vuelve un bien escaso y valioso.
No se trata de renegar del mundo digital ni de ignorar las tendencias. Pero sí de comprender que no toda tendencia algorítmica es aplicable al mundo de la comunicación corporativa. Hay estrategias que suman visualizaciones, pero restan sentido. Hay publicaciones que parecen exitosas pero que no generan leads, ni reputación, ni resultados comerciales concretos.
Como en toda industria donde la venta y la intermediación son pilares del negocio, se necesita algo más que saber usar una app o seguir una moda. Se necesita criterio, análisis, experiencia. Y muchas veces, en comunicación, menos es más.
Invertir en una narrativa de marca clara, en contenidos que hablen más allá del momento, en equipos profesionales que piensen no solo en lo que impacta sino en lo que perdura, puede ser la diferencia entre simplemente estar en redes o realmente existir en la mente de los clientes y en el mapa del mercado.