Desde temprano, la zona del Monumento se transformó en un mar de gente. Familias, grupos de amigos y niños con banderas y cartulinas esperaban horas bajo el sol, algunos con mensajes como “Subime al escenario” o “Quiero un abrazo de Nicki”. La ansiedad y la emoción se respiraban en cada esquina, mientras el Paraná y el imponente Monumento servían de telón a una postal única de la ciudad.
Pasadas las 19.45, la artista subió al escenario con un vestido blanco lleno de piedras, y la multitud estalló en aplausos. “Buenas noches, Rosario. Estoy orgullosa de haber nacido aquí”, dijo emocionada. La cantante combinó su repertorio urbano con la potencia de la orquesta, interpretando clásicos como “Wapo Traketero”, “Colocao”, “Perdido” y “Ya No”, llevando su música a un nivel completamente diferente y cautivando a toda la audiencia.
El espectáculo estuvo cargado de momentos inolvidables: en “Pensamos”, la multitud cantó a coro mientras los flashes iluminaban el Monumento; en “Tiene mi alma”, Nicki sorprendió con un cambio de vestuario, un elegante vestido negro que brilló bajo las luces de la orquesta; y en un guiño a la cumbia local, enlazó “Otra noche” con “Olvídala” de Los Palmeras. También hubo momentos de humor, como cuando saludó a la multitud sosteniendo una réplica de la Copa del Mundo: “Argentina y Rosario, papá. El Leo nomás”, dijo recordando a Messi, otro hijo ilustre de la ciudad.
El final fue una explosión de emociones. Con “Mamichula” y “Parte de mí”, Nicki cantó junto al público y no pudo contener las lágrimas. Cerró el show invitando a todos a girar hacia el río Paraná para la foto histórica, un gesto que quedó como símbolo de la conexión entre la artista y su ciudad.
Al terminar, Rosario todavía vibraba: calles cortadas, selfies, videos y aplausos interminables. Nicki Nicole se convirtió en un puente entre la historia y el presente de la ciudad, un orgullo local que transformó la celebración del tricentenario en una noche para el recuerdo.
