Una investigación publicada por el periodista Germán de los Santos en La Nación reveló un dato tan grave como inquietante: armas de guerra robadas de la Fábrica Militar de Fray Luis Beltrán terminaron en manos de las organizaciones narco más poderosas de Brasil, entre ellas el Primer Comando Capital (PCC), que opera en San Pablo y Río de Janeiro.
El caso más reciente se registró en septiembre de 2024, cuando la Policía brasileña detuvo a Marcelo Adelino de Moura, alias China, acusado de planear un atentado contra el secretario de Seguridad Pública del Estado de San Pablo, Guilherme Derrite. Al momento de su arresto, China portaba una ametralladora MAG de calibre 7,62 mm con inscripción de la “Armada Argentina” y número de serie FN35643, fabricada en Fray Luis Beltrán, a tan solo 15 kilómetros de Rosario.

Junto con esa arma, los investigadores hallaron más de 2000 municiones que, según las sospechas, iban a ser utilizadas en una emboscada contra el funcionario brasileño.
Armas argentinas, crimen brasileño
El informe del Instituto Sou da Paz, una organización que estudia la violencia en Brasil, detalla que los grupos criminales brasileños obtienen parte de su armamento de alto calibre mediante el desvío ilegal de fusiles y ametralladoras pertenecientes a las Fuerzas Armadas argentinas. Entre las armas más requeridas por estas bandas figuran los FAL, MAG y FMK3, todos de fabricación nacional.
El informe subraya que desde hace más de 20 años se detectan fusiles FAL argentinos en las favelas de Río de Janeiro, usados por los narcos para enfrentarse con la policía y entre facciones rivales. Sin embargo, el problema fue ignorado durante años por las autoridades argentinas, pese a las reiteradas alertas sobre los faltantes en arsenales militares.
El caso Fray Luis Beltrán
En junio de 2024, el fiscal federal Javier Arzubi Calvo reactivó una causa olvidada en el despacho del exjuez federal de Rosario Marcelo Bailaque, quien meses más tarde renunció y hoy cumple prisión domiciliaria por corrupción y vínculos con el narcotraficante Esteban Alvarado.
A partir de esa causa fueron procesados siete militares por el robo de más de 400 fusiles y 2500 partes de FAL sustraídas del Batallón de Arsenales N° 603, lindero a la planta de Fabricaciones Militares de Fray Luis Beltrán. El faltante salió a la luz en 2011, cuando un fusil con el escudo argentino apareció en San Pablo, a más de 2000 kilómetros de Rosario.

El caso tuvo su costado trágico: el entonces jefe de la Sección Armamento, sargento Hernán Diego Solís, se suicidó en febrero de 2011, presionado por las sospechas internas.
Armas argentinas en las favelas
El vínculo entre Fray Luis Beltrán y las favelas de Brasil se repite en varios episodios. En 2019, durante un intento de asalto a un camión blindado en el estado de San Pablo, la policía secuestró un fusil FAL con el escudo de Fabricaciones Militares y la inscripción “Fábrica Militar de Armas Portátiles – Rosario”.
Años antes, en 2013, un operativo en la localidad de Juquitiba permitió descubrir un búnker del PCC con un arsenal que incluía una subametralladora FMK3 fabricada en Fray Luis Beltrán. En el lugar también se halló droga y armamento de grueso calibre.
El tráfico y la ruta del armamento pesado
El estudio brasileño muestra que entre 2019 y 2023 se incrementaron un 11,4 % las incautaciones de armas de guerra en el sudeste de Brasil, coincidiendo con las políticas más flexibles del entonces presidente Jair Bolsonaro, que habilitó a civiles a portar armas de uso militar. En paralelo, la cantidad de armas registradas en manos de civiles se duplicó, pasando de 1,3 a 2,9 millones, lo que alimentó el mercado ilegal.
Según los investigadores, parte de esas armas proviene de desvíos en Paraguay, Bolivia y la Argentina, y muchas de las que llegan a Brasil tienen origen en depósitos del Ejército argentino.
Una conexión que golpea de cerca
Lo que durante años pareció una sospecha hoy está documentado: las armas robadas en Fray Luis Beltrán terminaron en manos de bandas narco brasileñas. Desde fusiles FAL hasta ametralladoras MAG y FMK3, el armamento fabricado en el cordón industrial santafesino aparece en los arsenales del PCC y el Comando Vermelho, las dos organizaciones criminales más poderosas de Sudamérica.
El hallazgo desnuda una trama de corrupción, negligencia y tráfico ilegal que conecta directamente a la industria militar argentina con la violencia narco del continente.







