Bonfatti: «No creo en los opositores que dicen no sólo por decir que no»

Moderado y decidido a no plantear una oposición dura contra el kirchnerismo, el gobernador de Santa Fe resta importancia a quienes le dicen, irónicamente, "el socialista preferido del Gobierno"


Quizá desde hace un tiempo parece que los opositores no existieran, pero hay quienes aseguran que están. El problema es que hay opositores y opositores. Algunos son tan opositores que hasta pueden oponerse a sí mismos con tal de oponerse a todo. Otros, en cambio, son tan poco opositores que, con tal de parecer que no se oponen a todo, parecen oficialistas. En ese conglomerado tan disímil están los socialistas. Que son opositores, pero no se oponen a todo. Y que a veces no son comprendidos por el resto de los opositores ni por los oficialistas.

El socialista Antonio Bonfatti es un ejemplo de estas encrucijadas. No sólo heredó de su predecesor, Hermes Binner, los votos suficientes para llegar a la gobernación de Santa Fe, sino también, como se insinúa en estos días, el estigma que persiguió a aquel en su gestión: la fama, justificada o no, de ser tan extremadamente moderado y estar tan concentrado en la administración que termina desdibujando su condición de «no kirchnerista».

Por lo pronto, en la entrevista con Enfoques, Bonfatti no se apartó de esa línea en la que reivindica tanto sus coincidencias como sus disidencias con la presidenta Cristina Kirchner y en la que destaca que lo han elegido para ejercer la gobernación y que, por lo tanto, su única preocupación es encontrar soluciones para los santafesinos.

«En el país ha habido muchos ejemplos de los que, para oponerse, dicen «no» sólo por decir que no. No creo en eso -afirma-. Uno siempre debe empujar lo que cree, lo que le parece correcto, sin pensar que tiene la verdad absoluta y respetando al otro, más allá de que algunos quieran que nos agarremos a trompadas». Y ni siquiera amaga con endurecerse cuando se le pregunta por los fondos que el gobierno nacional le retacea a Santa Fe y que, como es tradicional, se envían o se demoran de acuerdo con el grado de oposición a la Casa Rosada que muestre cualquier gobernador. «Son decisiones políticas», admite Bonfatti, pero, se limita a sostener: «No sé si [el envío de fondos] depende del humor o el malhumor [del gobierno nacional]. Vamos a tratar de que Santa Fe pueda lograr aquellas cosas que les sirven tanto a la provincia como a la Nación».

Nacido en Rosario hace 61 años, médico clínico de profesión, en pareja desde hace 18 años con Silvia Tróccoli, actual subsecretaria de Inclusión para Personas con Discapacidad de Santa Fe, con cuatro hijos varones y tres nietos, Bonfatti tiene una extensa trayectoria política. Fundador del Partido Socialista Popular, en 1972, luego fue intendente de Las Parejas, entre 1983 y 1985. Cuando Binner fue intendente de Rosario, en 1995, se desempeñó primero como secretario de Salud Pública y luego como secretario de Gobierno y secretario general. Durante la gobernación de Binner, entre 2007 y 2011, ejerció un cargo clave: ministro de Gobierno y Reforma del Estado. En los comicios del año pasado fue elegido gobernador de Santa Fe con el 38,7% de los votos.

A poco de comenzar su gestión, muchos pusieron la lupa en ciertos gestos de extrema cortesía que tuvo la Presidenta hacia él (desde sentarlo en lugares preferenciales en actos oficiales hasta haberlo apoyado públicamente en su áspero conflicto con los docentes) que le valieron que lo llamaran «el socialista preferido del Gobierno».

-¿Es justa o no esta caracterización que se hace de usted en el ambiente político?

– Yo soy el gobernador de 3.200.000 santafecinos y lo primero que le expresamos a la Presidenta es que Santa Fe está para construir la Nación. Si a la Presidenta le va bien, nos va bien a todos. Por lo tanto, mucho más allá de la investidura presidencial, a la cual le debemos respeto, tenemos que mantener relaciones fluidas con el gobierno nacional porque hay que resolver problemas de los santafecinos. Obviamente, tenemos posiciones políticas en las cuales hay coincidencias y hay disidencias, y las podemos expresar libremente. Pero iniciamos la gestión con una etapa en donde es fundamental el diálogo.

-Usted es muy moderado. Si se pasa de la raya al criticar al kirchnerismo, ¿puede haber represalias? ¿Le cortarían los fondos?

-Es que no hay posibilidades porque la coparticipación es automática, es diaria, y las dificultades financieras que tenemos las provincias argentinas son comunes. Es cierto que venimos a Buenos Aires y nos reunimos con ministros por obras fundamentalmente de la provincia.

-Pero el propio Binner dijo que existe una deuda del gobierno nacional con la provincia que alcanza los 8000 millones de pesos, la mayoría correspondiente a la Caja de Jubilaciones y a la deuda pública.

-La deuda de la Caja de Jubilaciones es de 1300 millones de pesos, a la que este año se suman 460 más. Después hay 90 millones de pesos por vivienda y unos 16 millones por la manutención de los presos federales.

-Más allá de la coparticipación automática, hay deudas cuyo pago depende de la «buena voluntad» del gobierno nacional, del humor o del malhumor de la Casa Rosada.

-Sólo las nacionales… Pero, bueno, son decisiones políticas? No sé si pasa por el humor o el malhumor, hay que pensarlo en términos de Nación, de un país que necesita integrarse y en donde, por ejemplo, la fluidez del océano Atlántico al Pacífico que pase por un puente entre Corrientes y la provincia de Santa Fe para llegar a la Cordillera y después a Chile es un tema que nos involucra a todos, excede el mero marco de Santa Fe.

-Tampoco se puede ser ingenuo: existen represalias políticas, fondos que se retacean de acuerdo con simpatías o antipatías. Hasta el propio Binner lo ha dicho en su momento.

– Bueno, pero vamos a tratar de que Santa Fe pueda lograr aquellas cosas que le sirven tanto a la provincia como a la Nación.

-¿Le parece que la gente entiende a los opositores moderados como usted? ¿No existe una demanda, a partir de la agudización de las tensiones que provocó el kirchnerismo, de que los opositores tienen que ser siempre implacables y nunca apoyar al Gobierno?

-Sí, pero en el país ha habido muchos ejemplos de los que, para oponerse, dicen no sólo por decir que no. No creo en eso. Uno siempre debe empujar lo que cree, lo que le parece correcto, sin pensar que tiene la verdad absoluta y respetando al otro, más allá de que algunos quieran que nos agarremos a trompadas. Hay que ser coherente, hacer lo que uno piensa y no desviarse.

-Uno de los rumores que circulan es que la buena voluntad hacia Santa Fe es porque el Gobierno necesita el apoyo socialista para una reforma constitucional. ¿Es cierto?

-No. Nunca se charló este tema. En eso vamos a tomar posición política y, a pesar de que nuestro partido, el socialismo popular, es de 1972, entonces ya planteábamos que, frente a las sucesivas dictaduras, el sistema parlamentario tal vez le diera mayor estabilidad a la democracia. El fusible podía ser un primer ministro y no un presidente. Ahora, no queremos la reforma en función de una reelección porque sería poner el carro delante del caballo. Se debe dar en el marco de un acuerdo en donde, si acordamos otro sistema que no sea el presidencialista, la prioridad no sea la reelección sino la calidad de democracia. s

-¿No se siente comprometido a dar su aval a esta intención del gobierno nacional por el hecho de que usted también quiere reformar la Constitución de Santa Fe?

-Pero no la reelección: yo fui elegido por otra Constitución, por la cual juré y voy a respetar. Para mí no hay reelección. La reforma de la Constitución en la provincia tiene que ver con que este año se cumplen 50 años de su sanción y no están contemplados derechos nuevos, como el del consumidor, o la Defensoría del Pueblo, el Consejo de la Magistratura, la autonomía de los municipios. Si los constituyentes creen conveniente que haya una reelección, que la incluyan, pero para mí no cabe. Mi mandato concluye en 2015.

-¿La estrategia del gobierno de Santa Fe de mantener buenas relaciones institucionales con el gobierno nacional puede complicarle los planes políticos a Binner?

-No, Binner hoy es el responsable del Frente Amplio Progresista, que debe seguir trabajando para que siga creciendo. La constitución de un frente requiere sumar propuestas y voluntades. No es sólo un apelotonamiento de personas. Frente a cada problema hay que tener una respuesta. No es fácil: esto amerita estudiar los problemas y, a veces, uno ve liviandad en el abordaje de los temas. Y hay que situarse en el lugar como si uno fuera gobierno. Gobernar no es sólo expresarse, sino que hay que tomar decisiones todos los días. Los políticos a veces opinan muy ligeramente. Y las experiencias indican que gobernar no es soplar y hacer botellas. Es mucho más complejo.

-Algunos piensan que el socialismo es una variante prolija del kirchnerismo.

-El socialismo tiene 130 y pico de años en el país. Tenemos todo un basamento desde nuestra propia historia, nuestras propias luchas, y podemos tener coincidencias en algunas cuestiones con el kirchnerismo, y en otras no.

-Ustedes han apoyado algunas iniciativas que impulsaba el kirchnerismo porque coincidían con posiciones históricas del Partido Socialista, pero luego los proyectos terminaron desvirtuados. ¿Se sintieron usados?

– No nos sentimos usados. Votamos por nuestras convicciones, como en el tema de las AFJP, el tratamiento de la deuda externa o la renovación de la Corte. Hay que ser coherente con eso. Ahora, después, si el que está gobernando no lo lleva adelante como uno quisiera, es su responsabilidad. Será el público el que lo juzgue a través del voto. Pero no por ello dejamos de votar sobre la base de nuestra conciencia. En el tema de Aerolíneas somos conscientes de que teníamos que recuperar nuestra línea de bandera, y podemos estar de acuerdo en que no debiéramos haber perdido YPF, que fue un error garrafal, y tampoco la barbaridad que se hizo con el ferrocarril, con el argumento de que daba pérdida.

-¿Se rompió el encantamiento que permitió a Cristina Kirchner llegar al 54% de los votos? Parecía un gobierno invencible, blindado políticamente, pero ahora no lo es tanto.

-No creo en ningún gobierno blindado, en ningún lugar del mundo, porque indudablemente se vota por conciencia, pero también se vota por la estabilidad. Hay muchas formas de votar, y la situación económica favorable que vivimos hasta no hace mucho daba seguridad y tranquilidad. Pero esto no es eterno. Por eso insisto tanto en el tema de la calidad institucional. Tenemos que fortalecer eso y hay que decirle la verdad a la gente.

-¿No se está diciendo la verdad ahora?

-No. Por ejemplo, estoy en contra de los subsidios porque siempre alguien los paga. Y los subsidios para que se viaje a un peso en la Ciudad de Buenos Aires los paga todo el interior. Estamos en un mundo convulsionado donde las economías no están bien. Por lo tanto, en hora buena que sigamos creciendo a un 2, 3 o 4%. Sí deberíamos plantearnos: «Miren, hay que ajustarse el cinturón», y que afecte más al que más tiene. Pero pongamos las cosas sobre la mesa.

-Binner dijo que los casos de corrupción del gobierno nacional no se investigan y pasan a una papelera de reciclaje. ¿Coincide?

-La Justicia, cuando hay una sospecha, tiene que actuar.

-¿Hay corrupción en el Gobierno?

-Hay que demostrarla. En este momento que hay una andanada de acusaciones contra el vicepresidente… Bueno, para eso está la Justicia. Si no, no creeríamos en el Estado de Derecho. Yo acusar tengo que acusar con fundamentos.

-¿Cree en estos jueces que imparten justicia? Como el juez Oyarbide, por ejemplo.

-También están los mecanismos para destituirlos? No es todo blanco o negro ni es todo lo que quiero que sea. La realidad hay que aceptarla como es y no tratar de transformarla porque, si no, entonces, uno impone su propia justicia y sus propias leyes. En el caso de Boudou, que se presente a la Justicia y que sea investigado.

-Suena más moderado que Binner…

-No, soy prudente en estas cosas. Todos los días la oposición me dice: «El déficit de la provincia es porque tiene muchos gastos». Me da mucha bronca: quisiera que me digan cuál es el gasto superfluo. ¿El que estamos haciendo para transformar la Justicia y llevarla al sistema oral? ¿Los ocho hospitales que estamos construyendo? ¿Los 55 centros de salud que inauguramos? ¿Las rutas que se están construyendo? Claro que es más gasto, pero es una inversión. Y decimos en qué lo gastamos. No se dilapida el dinero de Santa Fe.

-Hace poco lo cuestionaron por el uso de fondos públicos para contratar a Fito Páez por 450.000 pesos para un acto.

-Los miles y miles de santafecinos que no tienen acceso a determinados hechos culturales porque no tienen el dinero para venir a ver a Roger Waters merecen que, conmemorando el bicentenario de la bandera nacional en Rosario, podamos hacer un evento para 80.000 o 90.000 mil personas, como se hizo. Y que el cachet del artista sea de 400.000 pesos no es mi culpa, es el cachet del artista.

-Pero igual lo pagó su gobierno…

-Está dentro del presupuesto de Cultura. Si no, habría que decir: «No hacemos más cultura, cerramos los museos, las bibliotecas».

-Lo que impacta es el monto en contraste con los problemas económicos de Santa Fe.

-Lo volvería a pagar. Durante tres días, Rosario debe de haber tenido más de un millón de visitantes. Las salas de espectáculos, los restaurantes, los hoteles, estuvieron a full. Si lo miro en términos de gastos, no de inversión, ¿cuánto dinero entró por mayores ingresos de impuestos?

-¿La oposición está deshecha por defectos propios o por méritos del Gobierno?

– La oposición, en sí, no es un partido, y es un error creer que en la oposición tiene que juntarse todo el mundo. La oposición se construye y la construcción es a partir de coincidencias de principios básicos y después tener un programa porque, si no, puede terminar en cualquier cosa. Eso no se construye de un día para el otro tampoco. Y crecerá cuando podamos demostrarle al otro que tenemos una propuesta superadora de la que está. Hay que generar conciencia colectiva. Y mostrar que somos capaces de gobernar.

-¿La medicina le sirvió para la política?

-Enormemente. Lo más importante: aprender a escuchar cuál es el síntoma y buscar la causa.

-¿Tiene remedio la Argentina?

-Claro que tiene remedio. Es un país maravilloso, aunque tardamos en encontrarlo.

-Como médico y político, ¿cuál sería su diagnóstico del principal problema?

-Es institucional, no económico. Tenemos que escucharnos más, tratar de encontrar cuestiones comunes y abordar cuestiones que son políticas de Estado. Como el tema de la inseguridad, por ejemplo. Aquí están subvertidos los valores que teníamos como sociedad, como la cultura del trabajo, el esfuerzo, el respeto al otro. Esto lo hemos perdido. Hoy hay mucha violencia. Porque antes no ocurría esto de que queramos matar a un referí porque se equivocó en un fallo. O que en el auto todo el mundo quiera sacar el matafuegos y matar al otro. ¿Qué nos está pasando? Esto requiere que lo abordemos entre todos.

MANO A MANO

Es cierto que los políticos suelen ser inflexibles en la oposición y flexibles cuando tienen que gobernar. Es más fácil levantar el dedo acusador y criticar lo que se hace mal que tomar decisiones concretas y enfrentarse a los problemas cotidianos del poder (y del «no poder»). Antonio Bonfatti parece de esos dirigentes que nunca terminan siendo inflexibles. Como Hermes Binner, su padrino político, da la sensación de que ejerce su papel como si viviera en una plácida nación europea y no en esta dividida tierra argentina. Pero Bonfatti parece, por momentos, una versión vitaminizada de Binner. Quizá con una visión política más dominada por tantos años de gestión concreta. Me desorientó que no hablara con contundencia, como sí ha hecho Binner, de la discrecionalidad de la Casa Rosada a la hora de girar fondos a las provincias. Cuando le pregunté sobre la corrupción en el Gobierno, tampoco se tentó, como podría sucederle a cualquier opositor, de hablar ni siquiera de la falta de transparencia oficial o de la virtual ausencia de organismos de control. Sus respuestas sonaban firmes y espontáneas, pero me dejó la impresión de que sobreactuó la moderación. La lógica del poder K en la Argentina podría explicarlo. O algún componente que domina el ADN del socialismo local. Quizás algún día todos los dirigentes sean tan prudentes como Bonfatti. Hoy, confieso, la charla no me sacó las dudas que tenía acerca de por qué muchos lo consideran el socialista favorito del kirchnerismo.

Fuente: La Nación

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