Boudou es ya un problema sin solución buena

El kirchnerismo se debate en estas horas en medio de un problema que carece ya de una solución buena. Amado Boudou, derrumbado en las encuestas, es el problema.


El kirchnerismo se debate en estas horas en medio de un problema que carece ya de una solución buena. Amado Boudou, derrumbado en las encuestas, es el problema. ¿Cuál es la mejor solución? ¿Existe? ¿Dónde está? El vicepresidente podría verse, en los próximos días, más complicado aún en una causa que puso en vilo al segundo mandato de Cristina Kirchner, apenas inaugurado. La permanencia o la renuncia de Boudou serían un enorme problema. Nadie sabe qué hacer , aceptó un funcionario con acceso al despacho presidencial. Esa vacilación en la cima quedó demostrada con los apoyos y las distancias que promovió la reciente arritmia verbal del vicepresidente .

Funcionarios judiciales aseguraron que en días próximos el juez Daniel Rafecas podría estar técnicamente en condiciones de citar a indagatoria a Boudou. Sin embargo, es probable que el magistrado, consciente del problema institucional, eleve aún más los estándares de pruebas que él acostumbra a requerir para tomar drásticas decisiones. En rigor, la indagatoria abre el camino hacia un eventual procesamiento, pero no lo pronostica con seguridad. La indagatoria es un recurso que siempre se resuelve según la sana convicción del juez. Influyen los elementos probatorios, sobre todo, pero también la experiencia, la psicología y el sentido común.

El enredo vicepresidencial tiene claramente dos aspectos: uno judicial y otro político. El judicial refiere a su participación en el cambio de la propiedad de Ciccone. ¿Fue interesada? ¿Benefició a algunos amigos y se benefició él mismo? Hechos inéditos marcaron una línea que lo vinculan con esa operación. Por primera vez en la historia el Ministerio de Economía opinó sobre la aceptación de un plan de pagos de la AFIP. Sólo una vez antes en la historia la AFIP había aceptado que se levantara un pedido de quiebra, hecho por el propio organismo recaudador, sin que antes se hubiera saldado la deuda o se hubiera acordado un plan de pagos. La segunda vez fue para beneficiar a Ciccone; la primera fue en los años 90. Por eso, este caso pone también frente a la posibilidad de la citación a indagatoria al jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray.

Ciccone, con más de setenta embargos en diez años, podría también debilitar a la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, que acaba de ordenar que la imprenta se haga cargo, sin licitación previa, de la fabricación de billetes de 100 pesos. Nadie sabe quiénes son los dueños de Ciccone. Una parte del paquete accionario está en poder de un fondo, The Old Fund, propiedad de empresas radicadas en el exterior. La AFIP le libró a Ciccone, a pesar de todo eso, un certificado que la habilita para ser contratista del Estado. El certificado vencerá el próximo miércoles. Es probable que la Justicia dicte antes una medida precautoria para frenar la decisión de Marcó del Pont, que quedaría también expuesta, así, en un escándalo en el que tuvo poca participación.

La cuestión política es la presunta mentira del vicepresidente, tanto ante la opinión pública como ante su propio gobierno. Boudou aseguró que nunca conoció al presidente de The Old Fund, el monotributista Alejandro Vandenbroele, que de la nada pasó a manejar un fondo de inversión y a pagar expensas (y otras cosas más) de un departamento deshabitado en Puerto Madero. Boudou es el dueño del departamento. Se está cerca de comprobar que había relación entre ellos, salvo que exista un proceso de «casualidades permanentes», las mismas que en su momento expuso Carlos Menem cuando también tenía los jueces en la puerta de su casa. La mentira de un gobernante en procesos penales es un grave delito político.

Boudou acostumbra decir entre íntimos que Cristina Kirchner sabía todo el entramado de Ciccone. Funcionarios kirchneristas explicaron que no es así. Poco antes de morir, Néstor Kirchner imaginó una estatización de Ciccone para que su planta impresora pasara a depender directamente de la Casa de Moneda. En las semanas finales de la vida de Kirchner, cuando su salud daba ya signos evidentes de agotamiento, Boudou cambió la estrategia y metió en Ciccone a un grupo de supuestos amigos suyos. Por eso el pasteleo de acciones y la intervención benefactora de la AFIP sucedieron pocos días después de la muerte del ex presidente. La Presidenta quedó atrapada entre la vaga idea que escuchó de su esposo y la versión posterior de Boudou.

Cierta superficialidad del vicepresidente llevó luego al Gobierno a desentenderse del caso. Confió en la aseveración de Boudou de que nada grave sucedería. Por eso ni siquiera aceptó la oferta que le hizo el siempre obsequioso Oyarbide para hacerse cargo del caso. Tampoco el kirchnerismo se preocupó cuando Rafecas delegó la investigación en el riguroso fiscal Carlos Rívolo. Boudou seguía ratificando, seguro, que todo marcharía bien. Sin embargo, la unión de Rafecas y Rívolo está resultando letal para Boudou y, de alguna manera, para el Gobierno. El allanamiento del departamento de Boudou y las pruebas que la Justicia se llevó dejaron al descubierto la frivolidad vicepresidencial.

No era, entonces, un momento oportuno para romper relaciones con la Justicia. Boudou lo hizo. Colocó en proceso de destrucción también la relación del kirchnerismo gobernante con la poderosa justicia federal. Hay un antes y un después en la relación del Gobierno con Comodoro Py tras los agravios de Boudou , dijo una importante fuente judicial. Rafecas no es Oyarbide; éste es un juez solitario y excéntrico, que convoca muy pocas adhesiones entre sus colegas. Rafecas tiene prestigio y expresa, en cambio, a la corporación judicial, que también existe. El fiscal Rívolo es otro referente prestigioso de los magistrados. El fuero penal federal quedó en virtual estado de convulsión interna luego de que Boudou se despachara, con su habitual levedad, contra esos dos magistrados.

No fueron solo ellos. La Justicia y el peronismo se trastornaron con la acusación directa de Boudou contra Esteban Righi, el jefe de los fiscales. Righi es un ícono del peronismo, que fue abogado personal del matrimonio Kirchner antes de llegar a su actual cargo, hace nueve años. Hombre con formas cordiales y espíritu amplio, Righi nunca hizo diferencias entre un peronismo y otro; es respetado también por dirigentes políticos que no son peronistas. Funcionarios kirchneristas dijeron que el único interés de algunos abogados del estudio de la familia de Righi fue alertar al Gobierno de que había graves y descuidadas causas en la justicia federal. Boudou aceptó que tuvo veinte causas penales. Nunca, aseguraron, el estudio de la familia de Righi ofreció su trabajo profesional. Fue siempre una advertencia amigable y solidaria , subrayaron. Ir contra Righi, Rafecas y Rívolo es una declaración de guerra a la Justicia.

El kirchnerismo activó el protocolo básico de apoyo a un funcionario. Pero callaron los bloques parlamentarios, los gobernadores y, sobre todo, la Presidenta, la única vocera confiable de las filias y las fobias del kirchnerismo. El silencio absoluto del Gobierno hubiera dejado a Boudou en una situación insoportable. El vicepresidente se limitó, a su vez, a arroparse en la denuncia de conspiraciones amplias, inabarcables e inverosímiles contra él. Debe aceptarse que siempre es posible que alguien esté interesado en ventilar los errores y las deshonestidades de las personas públicas.

Una vez un periodista le preguntó al célebre fiscal italiano Antonio Di Pietro, que condujo el proceso de Mani Pulite que barrió con toda la dirigencia política y empresaria de su país, si era cierto que la CIA estaba detrás de esa investigación para desestabilizar a la socialdemocracia europea. La respuesta de Di Pietro: No sé si eso es cierto. Pero mi pregunta es otra: los políticos italianos, ¿robaron o no robaron?

Por: Joaquín Moreales Solá

Fuente: La Nación

Comentarios