Una banda de delincuentes del norte de la provincia de Buenos Aires hizo pie en Rosario, donde secuestraron a cuatro personas, tres de la ciudad y una oriunda de Ramallo. Desplegaban tareas de inteligencia sofisticada, retenían a las víctimas en un barrio cerrado de San Nicolás y cobraban millonarios rescates.
“Te importa más la plata que tu familia. No entendiste nada. Llamaste a la policía, que está en el edificio”. Eso decía el mensaje que recibió Roberto Z., uno de los empresarios farmacéuticos más importantes del país que vive en Rosario, el 10 de octubre pasado cerca de las 17 horas.
Hacia sólo unos minutos que un helicóptero cargado de policías federales de la División Antisecuestros había aterrizado en el helipuerto de la Prefectura, que está a unos 200 metros del edificio en el que vive, que mira al río Paraná y es uno de las torres más caras de Rosario. Allí vive este empresario que después de dudar varias horas había decidido hacer la denuncia del secuestro de su pareja Alejandra y su hijo Manuel –sus nombres son ficticios–, que habían raptado una banda originaria de San Isidro, que fue catalogada por los investigadores de la justicia federal como la más “importante de la última década”.
El jefe era Claudio Coto, un veterano ladrón y pirata del asfalto de 60 años, que intercalaba golpes de alto impacto: secuestros y robos millonarios, que pocas veces trascendían, por una particularidad: se trataba en muchos casos de plata oscura, como una agencia de juego que golpearon en la ciudad de Buenos Aires, donde se alzaron con 700.000 dólares.
En ese momento de la tarde, cuando entró el mensaje de WhatsApp de los captores, Roberto Z. estaba reunido con la plana mayor de la División Antisecuestros de la PFA en su lujoso departamento. Eso lo sabía Coto, que había mandado a vigilar con sigilo el edificio y los pasos que daba el empresario. Esa mañana el secuestrador bonaerense le ordenó una serie de pasos que debía seguir para entregar 3.000.000 de dólares de rescate. Surgió un problema: Roberto Z. se negó a pagar.
Coto le ordenó que buscara un bolso en el bar Mediterráneo del norte de Rosario, que Roberto Z. frecuentaba. ¿Cómo sabían eso?, se preguntó el empresario. En el bolso estaban las instrucciones que debía seguir y siete teléfonos celulares con los que los secuestradores se iban a comunicar. Cuando los captores tomaron noción del impresionante despliegue de la PFA el 10 de octubre decidieron dar marcha atrás. Creían que estaban cubiertos y que jamás los descubrirían, pero habían cometido un error con un teléfono. Para los investigadores fue como encontrar una aguja en un pajar.
Tres horas después de recibir el mensaje, cerca de las 20, madre e hijo fueron liberados en una zona rural cerca de San Nicolás, que se llama Campo Salles. Pasadas las 21 horas, cuando ya era de noche, el sereno de un campo encontró a ambos con las manos maniatadas con precintos.
El secuestro se había planeado de manera milimétrica. Era parte de un plan que ya tenía otras víctimas. Uno de ellas era inquilinos de la torre. En 2021 la misma banda capitaneada por Coto secuestró en las inmediaciones del parque que está frente al Monumento a la Bandera al financista y empresario Jorge O., que vive en el mismo edificio de lujo.
El método que usaron los captores fue muy similar al que se había concretado el 10 de octubre pasado, cuando capturaron en el estacionamiento de un edificio contiguo a la pareja e hijo de Roberto Z. Antes, el 24 de enero la banda de Coto raptó a Alejo D., hijo de otro empresario que falleció a fines de noviembre cuando su helicóptero se estrelló en el río Paraná después de hacer maniobras temerarias.
Esa familia pagó cerca de 600.000 dólares para que liberaran a Alejo D. Su padre había tenido problemas con la justicia. En noviembre de 2020, fue procesado con prisión preventiva por robar petróleo crudo de un oleoducto. Una vez refinado Degliantoni, quien fue expiloto de TC, vendía el combustible.
“Es la banda de secuestradores más importante de la última década”, describió el fiscal Santiago Marquevich, a cargo de la Unidad de Antisecuestros y Crimen Organizado, que trabajó el caso con sus pares de San Nicolás Matías Di Lelo y Rosario Javier Arzubi Calvo. Una de las claves para desarticular esta banda fue un descuido que tuvieron con un teléfono, que los investigadores pudieron rastrear y empezar a hacer relaciones que fueron claves para dar con una organización que tenía sede en San Isidro, el norte bonaerense.
El martes fueron detenidos los principales engranajes de esta banda, entre ellos Coto, un veterano delincuente de 60 años, que vive en una mansión en Beccar y lleva un nivel de vida ostentoso.
Coto era el cerebro de este grupo que se dedicaba a secuestrar empresarios en Rosario y en zonas cercanas. A los secuestrados los llevaban a una casa en un barrio cerrado en las afueras de San Nicolás, donde tenían retenidas a las víctimas que ninguna de ellas denunció haber sufrido maltratos físicos. La presión más intensa era psicológica.
Los secuestradores dejaban a quienes debían reunir el dinero del rescate siete teléfonos celulares. Eran seis aparatos marca Blu analógicos, a los que les sacaban la pantalla y destruían el puerto que se usa para cargarlos. De esa manera se aseguraban que si los teléfonos eran secuestrados no se podía obtener de forma rápida la información que contenía, a través de las valijas de origen israelí Ufed. También pegaban los chips con silicona para que si alguien intentara extraerlos se rompieran.
La particularidad que tenían esos teléfonos era que la tarjeta Sim que les ingresaban estaba a nombre de la siguiente víctima. Eso descubrieron los investigadores en la oficina del fiscal Arzubi Calvo, entre los que tuvo un rol determinante en esa dependencia María Virginia Sosa.
Por eso la detención de los líderes de este grupo criminal debía concretarse rápidamente porque tenían sospechas de que se iba a producir el secuestro de otro empresario. La sospecha era que tenían apuntado a un directivo de la empresa Vicentín.
La primera saga de los secuestros tuvo como víctima al financista Jorge O., un hombre de 71 años, que es muy conocido en el mundo de las finanzas de la city rosarina. Lo raptaron el 20 de julio de 2021, cuando salió a caminar por el parque de la Bandera. A unos metros de la sede de Prefectura paró un auto y bajó un hombre, que podría ser Coto, según su testimonio, y le dijo que debía acompañarlo porque tenía que declarar en una causa judicial. O. había estado involucrado en una investigación por una megaestafa inmobiliaria en la que luego fue sobreseido. Ese ardid delictivo se gestó en la terraza de la torre, en la que estuvieron involucrados otros inquilinos.
O. dudó cuando el hombre que vestía camisa y zapatos negros le mostró una cédula. Luego, sin levantar la voz le ordenaron que subiera al auto, algo que hizo. Lo llevaron a una casa, ubicada a una hora de Rosario. El método que usaron de comunicación con el socio y el gerente de la empresa de la víctima fue casi igual a las que utilizaron con los siguientes secuestros. Los secuestradores dejaron en una playa de estacionamiento una mochila con siete teléfonos números. Primero debían atender el uno hasta llegar al siete.
Al gerente de O. le pidieron 1.000.000 de dólares, pero solo pudo reunir 80.000 dólares y 1.200.000 pesos. Uno de los que puso dinero para el rescate del financista fue el empresario farmacéutico que es su vecino en la torre. O. fue liberado en un campo de Empalme Villa Constitución, cerca del límite entre las provincias de Santa Fe y Buenos Aires.
Meses después la próxima víctima fue quien puso los fondos para que liberaran a su amigo y vecino. Después de cenar en un restaurante de Puerto Norte con su padre a uno de los hijos del empresario lo intentaron secuestrar en el estacionamiento. Los captores simularon un procedimiento policial y lograron reducirlo, pero el joven empezó a gritar y logró zafarse.
Los secuestradores se quedaron con su camisa y logró pedir auxilio al sereno. Los hampones huyeron, pero el 10 de octubre pasado volvieron. Secuestraron en el estacionamiento de un edificio contiguo a la pareja y al hijo menor del empresario. Pusieron en marcha un procedimiento casi igual al que usaron con O. y con el empresario de Ramallo. Pero el poderoso directivo de una de las droguerías más importantes de Rosario decidió que no iba a negociar y denunció el caso en la fiscalía federal de Rosario.
Los investigadores comenzaron a analizar los números de los teléfonos que había aportado el empresario farmacéutico y lograron encontrar la falla. Los secuestradores habían usados dos veces un mismo número telefónico, algo que abrió la investigación. A la par desde la fiscalía identificaron la camioneta que había ingresado al estacionamiento donde habían secuestrado a Fabiana y Gino. Y la detectaron en Dan Nicolás, pero con otra patente. También identificaron por el seguimiento del iPhone y de las cámaras de seguridad que había intervenido también de apoyo un Peugeot 208.
El jefe y cerebro de la banda era Claudio Daniel Coto, que reside en una mansión en Béccar, partido de San Isidro. Este hombre de 60 años carga con un extenso prontuario de delitos, vinculado con robos en distintas ciudades del país y falsificaciones de documentos.
Lo mismo sucede con hombre de confianza y encargado de coordinar toda la parte operativa de la banda, Néstor Adrián Santabaya, que vive en la localidad de Wilde, provincia de Buenos Aires. Santabaya fue detenido en una persecución policial hace unos años, cuando se movia en un auto con elementos usualmente utilizados para realizar secuestros y robos de mercadería transportada en camiones, como sirena policial, patentes, teléfonos celulares de la misma tecnología que los entregados en los secuestros extorsivos, inhibidores de señales, gps y handys.
Hace pocos meses Pesan fue detenido por robar una empresa de apuestas en CABA, con un enorme botín de más de 600.000 dólares. Huyó en una ambulancia que posteriormente incendiaron. Otros miembros de la banda son Sebastián Ezequiel Pugliese y su pareja Silvia López, ésta última oriunda de Misiones. Pugliese fue el conductor del vehículo utilizado en, al menos, uno de los secuestros que se le reprochan a la banda, siendo, además, uno de los encargados de realizar el seguimiento del pagador desde la zona aledaña a la ciudad de San Nicolás hasta el lugar de pago en la ciudad de Avellaneda.
Para ello, la banda contaba con un complejo sistema de postas a fin de monitorear en forma encubierta el desplazamiento del pagador, durante el cual lo hicieron cambiar de teléfono debiendo colectar aparatos que escondían previamente a ese efecto.
Además, se estableció que Pugliese junto con su pareja, se alojaron en la casa quinta del cautiverio de una de las víctimas. En este lugar también se detectó la presencia de otro de los detenidos, el llamado Emiliano Acuña.
El martes pasado se realizaron 16 allanamientos y se detuvo a seis miembros de la organización criminal, permitiendo así desbaratar a la banda de secuestradores más peligrosa de los últimos 10 años, teniendo en cuenta los montos millonarios que cobraban como rescate, su logística y su compleja forma de operar, además de sus ramificaciones en el mundo del hampa.
Este viernes los imputados fueron indagados en la sede de la Fiscalía Federal de San Nicolás. La causa se encuentra actualmente en secreto de sumario, por cuanto aún restan diligencias que realizar.
Fuente Aire de Santa Fe