Ayer domingo, el periodista porteño Horacio Verbitsky, el mismo que a principio de febrero dijo al aire, en su otrora programa de radio, que se había inoculado con una dosis de la Sputnik V, a pesar de no estar incluido en la nómina del personal más expuesto que sí debía hacerlo, entrevistó en su nuevo ciclo por Radio del Plata, al presidente Alberto Fernández.
Si no fuera por el hecho mencionado, no llamaría demasiado la atención, pero tratándose de un hombre público que poco le importó respetar su turno de vacunación, como lo hacen la mayoría de los argentinos, y que el mandatario ignore ello y lo trate como si eso nunca hubiese sucedido, no es poca cosa.
Primero porque Fernández avala la “viveza criolla”; cualquier otro hubiese pospuesto una exposición así con un hombre al que poco y nada le importó conservar un valor moral que, en el caso de Verbitsky, siempre suele mencionar. Porque de hacerlo, avala esa misma inmoralidad. Y así lo hizo.
Tras el reconocimiento del periodista en haberse inoculado contra el COVID, se desató el escándalo de los Vacunados VIP, entre ellos elmatrimonio Dhualde o el sindicalista Moyano, por citar algunos. Fernández hizo renunciar de su cargo al entonces ministro de Salud, Ginés González García y adujo de “inmoralidad” en aquellos que no respetaron sus turnos, e incapacidad en los funcionarios que avalaron tal actitud.
Ayer, el presidente pareció olvidar sus propias palabras.
La entrevista se desarrolló durante la mañana de ayer en el ciclo denominado El Cohete a la Luna, donde uno y otro abordaron temáticas vinculadas con la deuda externa.