Federico Lifschitz, hijo del fallecido exintendente y gobernador, se hace cargo del apellido y lo usa como lanza para abrirse paso en el escenario político rosarino. Es concejal desde diciembre pasado y, aunque no lo dice todavía abiertamente, aspira a sentarse en el mismo sillón del primer piso del Palacio de los Leones que por dos períodos ocupó su padre, a quien recuerda seguido durante esta charla de casi una hora con Marcelo Fernández para Fisherton Plus.
“Mi viejo tenía claro que cada hijo tenía que hacer su camino, y nunca nos quiso involucrar en la función pública. Veía bien que hiciéramos lo nuestro en la actividad privada. Siempre me interesó la política, aunque siempre me mantuve con perfil bajo. El fallecimiento de mi viejo me llevó a tomar un rol más protagónico”, revela.
Lifschitz intenta pararse en la primera fila de la nueva generación de dirigentes y no descuida los detalles: desde el minuto cero de su vida política dejó en claro que él es Fede y no Federico. Quiere que se note que es lo nuevo. Se muestra audaz y, si hace falta, irreverente. Por eso no dudó en desmarcarse del socialismo cuando decidió jugar abiertamente por Maximiliano Pullaro en la interna de Unidos para la gobernación en contra de los intereses de su partido, que postuló a Mónica Fein. La última estocada la dio hace poco más de un mes cuando presentó su propio espacio, Nueva Energía. Adiós para siempre, socialismo.
“Fui el candidato a concejal de Maxi Pullaro, incluso a contramano de la decisión del partido del que provengo, que entendió que tenía que ir con candidatura propia en todas las categorías. Entendí que quien mejor representaba el legado de mi viejo y quien mejor preparado estaba para abordar el problema de la inseguridad era Pullaro. Y no me equivoqué. Gracias a su gestión descendieron los niveles de homicidios y violencia. El tiempo me da la razón”, se jacta, a la distancia, de la primera decisión fuerte que tomó para romper con el partido en el que su padre militó toda su vida.
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Pullaro el más Peronista de los Radicales“No sólo tengo una relación política sino también personal con Pullaro, con quien venimos construyendo un proceso político en Rosario para el futuro”, dice y cuela por primera vez en la charla la idea de «futuro» como parte de un plan de acción para su carrera.
“La política tradicional se encuentra hoy frente a una encrucijada porque hay una nueva generación que no teme desafiar ni cuestionar para pedir un cambio real. Toda la política, no solamente el socialismo, tiene que hacer una lectura sobre lo que la sociedad le viene marcando”, agrega para reafirmar su condición de emergente de los nuevos tiempos que imponen otros códigos y de los que el presidente Javier Milei es el máximo exponente, según reconoce.
Por eso, no resulta extraño que en la siguiente frase asegure que “lo que viene para Rosario tiene que estar por encima de los sellos partidarios”, y que “las ideas y liderazgos deben trascender a los partidos tradicionales”. Para rematar, por si hace falta aclarar que está en plena tarea independentista para cortar el cordón umbilical, machaca: “Impulsé muchas iniciativas que no son las que siempre caracterizaron al Partido Socialiasta, entendiendo que hoy vivimos una nueva realidad”.
“Hay un cambio de paradigma y a la política le está costando asimilarlo –sigue–. Milei vino con otras ideas, es una figura disruptiva que puso sobre la mesa discusiones que no se daban. Esa política no entendió el cambio que se venía dando en la sociedad. Hoy estamos quienes intentamos interpretarlo y estar a tono con los cambios y quienes todavía tienen el chip de hace 20 o 30 años, por ejemplo, algunos sectores del peronismo…”.
Y en ese grupo de políticos con pensamiento retrógrado incluye al principal enemigo del oficialismo rosarino, Juan Monteverde. “En Ciudad Futura creen que con un tambo y tres vacas para hacer dulce de leche la ciudad va a prosperar. Se necesita generar otro contexto para que a Rosario lleguen inversiones”, ironiza.
Lifschitz está encantado con las acciones del gobierno provincial para contener la violencia en Rosario. Repasa números, porcentajes y proyecciones, y razona: “La gente pide soluciones concretas a los problemas diarios, sin importar si la respuesta viene por izquierda o por derecha. Es lo que pasa con la inseguridad, que no hace distinción de ideología. Hoy se viene haciendo una política en seguridad que es muy dura, con la que sectores del progresismo no comulgarán, pero la sociedad estaba esperando a un gobierno que se ocupara del problema”.
Y en este rubro le reconoce méritos también a la Nación: “No me pongo enfrente para criticar. De manera coordinada se pudo mejorar muchísimo la seguridad en Rosario: no estamos bien pero hemos mejorado con respecto a 10 meses atrás, cuando en Rosario habían quedado apenas 17 patrulleros para recorrer toda la ciudad y hoy tenemos más de 340 unidades operativas. Por eso los resultados, esto no es magia ni casualidad. No tengo ningún prurito en sentarme con Patricia Bullrich”.
Vuelve a hablar del «futuro» como parte de su plan de acción cuando es consultado sobre su rol como concejal: “Mi experiencia en el Concejo es buena. La tomo como un desafío, entiendo que es un primer paso para dar las discusiones que la ciudad necesita. Es un medio para aprender también, que me permitirá conocer en profundidad los problemas y los actores de la ciudad. Y a partir de ahí construir una propuesta para el futuro”.
Según lo que vio hasta aquí, “se debe mejorar el nivel en el Concejo, donde se siguen discutiendo muchas pavadas y a veces los problemas importantes quedan relegados. Hace falta celeridad y comprender qué necesita hoy Rosario. No todas las normas son malas, pero no todas son necesarias”. Y advierte: “A veces terminamos discutiendo normas que dificultan la vida del empresario o del emprendedor en lugar de hacer las cosas más sencillas”.
Está a favor de una reforma constitucional en Santa Fe que le permita a Rosario convertirse en ciudad autónoma, capaz de dictar sus propias reglas de juego. Pero no se tira de cabeza a aceptar todas las bondades que supone este reconocimiento: “Es importante la autonomía, pero hay que discutir cuáles serán los beneficios para la ciudad. Para mí hay tres grandes ejes: la policía local, poder tributario y el plazo para permanecer en un cargo político. Ahora, reconozco que no tengo una posición tomada sobre una policía propia. Buenos Aires la tiene, pero su realidad es diferente a la de Rosario. Creo que será todo un debate”.
Lifschitz repite en varios pasajes que la ciudad necesita un “reordenamiento” de la calle, y la actividad de los trapitos asoma como el primer problema al que hay que darle una solución. “Hay un sector de la política que en este tema decidió mirar para otro lado y otro que entiende que hay que regular la actividad e incluir a estas personas que extorsionan a vecinos y comerciantes. El Estado no puede permitir que se siga llevando adelante esta práctica, por eso hemos planteado un protocolo de acción con un plan progresivo que prohíbe esta actividad en zonas donde está el estacionamiento medido y en lugares donde hay grandes espectáculos públicos. Hay lugares puntuales donde existe más conflictividad porque los cuidacoches están organizados, ya sea por las barras de los clubes o por grupos vinculados con el delito. Es un plan serio, que no busca solamente generar impacto, sino que pretende resolver la cuestión de fondo”, aclara.
Para el final, vuelve a recordar a su padre y nuevamente habla del «futuro», aunque parece levantar el pie del acelerador: “Hoy estoy ocupado en aprender, soy consciente de dónde estoy, de lo que tengo y de lo que me falta. No voy a negar que, como mi viejo, tengo una loca obsesión por esta ciudad. Me encantaría hacer carrera política en Rosario, pero hay que ser respetuoso de los procesos y tampoco quiero pensar qué voy a hacer de acá a tres años. Soy concejal y tengo una enorme responsabilidad. Además soy joven y tengo tiempo, hay otros dirigentes que se han preparado para ser intendentes”.