Escándalo sin fin en el Nación (Parte I)

La cofradía del Monje negro

El Banco Nación tiene recursos humanos oficiales y paralelos o “blue” si se prefiere llamar así. Asigna funciones y roles según se trate, lo que implica -cuánto menos- pagar sueldos dos veces, además de manejos administrativos o fines cuestionables. La crónica del día se completa mañana con otra.

Por Bernardo Basombrío, especial para SL24 (*)

A la carencia de normas se la llama anomia; fuera de esos límites la sociedad ha naturalizado los hechos corruptos, que se tapan con otros –por su trascendencia mediática- sin corregir ninguno a falta de reacción.

La acepción del monje es la de una persona solitaria. En la política argentina, el mote de monje negro es sobre quien sobresale del resto por sus cualidades y, designa al que ejerce el poder a la sombra de la autoridad formal. La Real Academia Española define cofradía, en su significado germano, a una junta de ladrones o rufianes; de acá el título, por su compañía.

El Banco de la Nación Argentina tiene a la cofradía del monje negro. Impermeable al orden externo, su vida se resuelve internamente con el control de su dirigencia; bajo el imperativo de que nada puede poner en riesgo su cultura organizacional, signada por la corrupción que afecta al erario público; la ilegalidad, apoyada en normas con aire de licitud para proceder. Y, para quien no preste consentimiento queda la violencia laboral que lo relega en su carrera, si es que no lo despiden.

La prevalencia del acoso y la profanación desempeñada internamente ha generado altísimos niveles de absentismo laboral –esto es, abstención deliberada de acudir al lugar donde se debe cumplir una obligación- por licencia psiquiátrica, resultando en una alta conflictividad legal. Todo, fuertemente atravesado por la extrema simpatía política: con Cristina o nada.

Organigrama Banco Nación

El manejo tiene una cohesión grupal interna que se sostiene, además, por la admisión de nuevos empleados que sólo tengan vínculos estrechos con quienes están dentro del banco. Así se explica la frescura de los nombramientos de María del Carmen Barros, entre otras designaciones.

La gerente general desplazada no ha cesado en la relación profesional con la institución. A sus 59 años espera en su casa cumplir la edad de jubilarse con alta jerarquía. A la vez, solicita impunemente que le hagan llegar copia de lo que la Fiscalía investiga. Mientras, su sueldo retroactivo al 1ro de enero de este año está intacto.

Conforme al primer párrafo del Art. 245 de la Ley de Contrato de Trabajo la forma para calcular la indemnización por antigüedad será tomando como base “la mejor remuneración mensual, normal y habitual devengada” durante el último año o durante el tiempo de prestación de servicios si éste fuera menor.

El gerente de Sumarios es el goyano Rodolfo Acosta haciendo pesar su autoridad sobre Agustín Fadea: de ningún modo va a haber actuación sumarial en contra de la mujer que arrastra por el fango la reputación de la entidad. Su nuera, Belén Salinas es supervisora en la Gestión y Coordinación Denuncias de Violencia. Martín Fernando Haman -ahijado de Barros, como lo es Wado de Pedro de Cristina Fernández- es Jefe del Departamento de Ética y, su mujer asiste a Salinas. Blindada en su asedio no hay confianza posible a un real acto de justicia.

En ese contexto, tras esos manejos están las personalidades de la cofradía del monje negro. Barros ingresó al Banco en 1995, gracias a José Barone, por entonces Auditor General, a quien ayudaba en su cátedra de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. De modales autoritarios y reacciones cambiantes, dispensa traiciones a su paso, por lo que no luce confiable.

Cultivó relaciones con el entonces director, Virgilio Ignacio Tedín Uriburu, que luego fue titular de la Representación del BNA en Tokio, Japón. Sacando provecho, en el año 2000 Barros fue destinada en comisión bajo el pretexto de asistir a un curso de “Especialización en Pymes”. Al volver, ocupó la subgerencia Comercial de Pymes Agropecuarias y, más tarde fue nombrada gerente Comercial de Pymes.

La subgerencia general de Banca Comercial llegó gracias a la entonces directora Alicia Caballero, quien además era Decana de la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA, por lo que además y posteriormente la nombró docente de cátedra.

A fines de 2019 accede por un corto período a la subgerencia general de Administración y Compras, pero es con la asunción de Eduardo Hecker que asciende a gerente general, en lugar del interinato de Héctor Randazzo. Igualmente, con sesiones de numerología todo puede fallar.

La sucesión natural designada ante el BCRA es Carlos Rovetto, quien no desconoce ningún acto administrativo de su predecesora. La Justicia investiga al respecto y, lo que es peor del desplazamiento de Barros es que los funcionarios leales a ella le practican un cruento vacío de poder al aislarlo en la asistencia administrativa que le cabe. Sin reflejos rápidos es de esperarle una breve estancia al ahora gerente.

Jorge Javier Peralta, integra actualmente el poderoso triunvirato, que a la vez de suceder a Rovetto, es tutor del hijo de Barros, Juan Pablo Pedemonte, para el manejo de los créditos en la red de sucursales. Peralta hasta hace muy poco tiempo era auxiliar E, en la provincia de Córdoba, el rango más bajo del banco. Es el brazo armado del sindicalista Sergio Palazzo, al igual que Maximiliano Piantanida responsable de RRHH.

Cristián Lestani es el gerente de Sistemas, radicado en la filial de Miami, Estados Unidos, y por alguna razón poderosa. Su estructura reviste complejidades en los nombramientos y responsabilidades, cuya lectura no es del tipo del organigrama administrativo usual.

En el centro de este triunvirato está Gastón Álvarez, el tenaz monje negro como arquitecto. Tomando y concediendo roles y cargos, que el directorio de esta gestión de Gobierno no desconoce. El mutuo intercambio de gestos es la moneda de cambio. Todo, con un solo foco: el poder y la firma a él.

El 21 de mayo de 2021 el directorio firmó un organigrama a la medida de él, quien sigue afinando el lápiz para presentarle sus ambiciones al entrante y caer “naturalmente” como nuevo gerente, con el banco en bandeja de plata a su personalísimo servicio. Alarmante.

El BNA modificó su disposición de recursos humanos 62 veces los últimos 15 años: 29 con la presidencia de Mauricio Macri y, 14 con este sello de Gobierno; 11 de ellas en los últimos dos años.

La dotación de la alta gerencia, desde entonces y hasta marzo del 2023, empleó un 55 % más a esas jerarquías. Solamente la configuración a esos grados superiores, que abarcan de subgerentes generales a Jefes Principales de Departamento, el incremento corriente de la plantilla fue un 36 %; en subgerentes generales 25 %; en los gerentes Departamentales 32 %; en subgerentes Departamentales 26 % y, en Jefes Principales de Departamento un 51 %. Específicamente, la de Negocios –el sector de Álvarez-, lo hizo 5 veces los últimos 24 meses.

A todos estos “ravioles” hay que agregarles un equipo de personal a reciprocidad de esas plazas creadas, oficialmente en blanco. Pues, quienes la ocupaban no comulgaban con el monje negro, por lo cual fueron corridos al sector blue o paralelo, sacándoles el lugar, pero preservando el sueldo con una quita por no tener tales responsabilidades. A los “nuevos” se les dio la dignidad real y el salario correspondiente.

Permanecer en la casa matriz 30 años entre cinco pisos y sus entrepisos más tres subsuelos entre 4.000 personas otorga familiaridad en el camino para esconder mentes perversas entre la multitud. Lo que sea, a expensas del Estado.

Seguramente, causaría rubor a Carlos Pellegrini ¡sistema blue! La conformación con “gerentes adscriptos” y/o “jefes de Proyecto”, desplazados a sucursales ignotas, tocando suerte similar a empleados corridos de sus oficios –en cualquier caso, de probada idoneidad- para que el monje negro acomode amigos y/o personal que le responda obsecuentemente.

A pesar del incremento de recursos, los resultados de la gestión comercial y crediticia del banco van en retroceso, perdiendo clientes y mercado, descendiendo su posición financiera estrepitosamente.

Ni qué decir verlo sumido en este presente mediático escandaloso. Cuesta creer la falta de pudor de quienes hacen el daño y, a la vez tengan entereza para mirar a los ojos a su círculo cercano inmediato; algo así como andar sonriente por la calle con la bragueta baja y el pantalón sucio y maloliente.

A falta de resortes internos personales, humanamente falibles, y corrompidos se debe contraponer control, transparencia, justicia y equidad despojados de ideologías. Cuando las instituciones u organismos están enfermos de corrupción, la anomia pone al país en terapia intensiva.

(*) Periodista, editor y escritor.

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