Por Bernardo Basombrío, especial para SL24 (*)
Maximilien Robespierre fue uno de los más poderosos líderes de la Revolución Francesa que, al inicio de su trayectoria política se oponía a la pena de muerte, y era tan intransigente en sus principios que lo llamaron “el incorruptible”. En la cúspide de su carrera y al frente del Comité de Salvación Pública viró en su parecer. Y, siguió una etapa que el país galo la recuerda como el “Reino del terror”.
A instancias de este político, empezaron masivas ejecuciones perfeccionadas con el invento de Joseph Guillotin, para decapitar a condenados, con el nombre de guillotina. Se calcula que Robespierre ordenó cerca de 40.000 ejecuciones. El pavor que despertaba era muy fuerte ante la suficiencia de su dedo acusatorio, hasta que un día lo señalaron desde su entorno inmediato. Dispusieron que la pesada plancha con su filo de acero cortara su propia cabeza.
Resguardando las fuentes y amparándolas en la protección del derecho periodístico, la anterior crónica daba cuenta de una serie de nombramientos a familiares y amigos, que configuran el delito de nepotismo encuadrado en la vigencia del Decreto 93/2018.
A su vez, la gerente general María del Carmen Barros, ajustó su sueldo con un ardid de figuras administrativas, entre plus y premios, a $ 8.560.000.-, a esa fecha equivalentes a u$s 15.600.- Lo regular es que los acuerdos que conforman a esa cifra debían tener aprobación del directorio, algún Convenio y/o Paritaria, cosas que no ocurrieron.
Sucedió el 28 de Julio pasado, gracias a la firma en solitario de Batakis, y por atribución orgánica conferida al presidente de la entidad, como un intercambio de favores. Y, esconde algo más: si despiden a Barros, ésta pretende asegurarse una excelente indemnización.
La nota en este medio derivó en otra, hacia el programa que Marcelo Fernández conduce en CNN Radio Rosario que, al ofrecer nuevos detalles a la azorada audiencia, los oyentes le pedían en vivo volver a escuchar esas revelaciones. En el desarrollo se dejaron algunos hilos de atención abiertos, con mucha sutileza. El entrevistado, ante el asombro del locutor, inquirió: ¿Cuál es la profundidad del secreto entre Barros y Batakis? ¿Cuánto más?” En referencia al abismo de lo que se hablaba. El aguzamiento visual quedó flotando a la deriva.
“Guardia de cenizas” se llama en la práctica lo que ocupa a los bomberos en un incendio rural, isleño o forestal. Por debajo el suelo está muy caliente, pero eso no se advierte a simple vista. Repentinamente y por virtud de esa causa, un brote reactiva las llamas sobre cualquier lugar del terreno. Sofocarlo lleva su tiempo.
Asimismo, la casa matriz del Nación está encima de un polvorín, a menos que se trate de un temblor cuyo principio enseñe un terremoto de escala más alta. Recomponerla va a requerir una tarea ardua.
El cordel tiene varios nudos, es decir, hay muchos delitos de diferentes líneas. Funcionarios y directivos del Nación bajo la gestión de Alberto Fernández están muy comprometidos por esto.
Salió a la luz un obsceno mecanismo de disciplina o justicia –como si se tratara de otro Estado dentro de Argentina-, que recae sobre los recursos humanos de la centenaria institución y para el logro de esos fines oscuros. Esos guiños rectores la convierten en madriguera a la vez de que, con desesperación, la recorre un grito unánime, con un frío fantasmal: “Se están robando todo”. Escuchar a las fuentes y procesar documentos eriza la piel. Como telón de fondo se percibe que el cuadro de Edvard Munch, “El grito”, lo tapiza por completo.
Se vislumbró, en ambas notas, acerca del tono y la cantidad de empleados despedidos o destratados injustamente al no ceder en sus convicciones y lealtad a principios virtuosos, si es que no están todavía aferrados a una débil cornisa y en inanición financiera.
Quienes quedan arbitrariamente sumariados y juzgados por el mismo tribunal pueden estar caprichosamente favorecidos o condenados por Barros, sin injerencia de justicia externa; la verdadera. En definitiva, se tratan de casos por reparar el cuidado del buen nombre y honor antes que acceder a actos o prácticas corruptas.
La primera disposición hacia ellos se da con lo que en la jerga interna del banco le llaman “la carpa”. En esa condición la carrera se trunca; la persona es relegada en importancia o es desplazado a otro lugar físico.
Si acuden a la gremial caen en un fango y con presiones directas, cuando cabe suponer la defensa o la contención a los trabajadores. El líder de la bancaria, Sergio Palazzo, está bien al tanto.
La sede de Barracas, adonde están los camiones de caudales es el primer paso al vilipendio. Más bajo, es recaer localizado en los Archivos de Flores: “No se puede estar ahí, con esos papeles”, ilustran con muecas de desagrado.
Con descuentos de haberes, pende una espada sobre sus patrimonios, léase capacidad financiera, o directamente el empleo. Todo, en reparo de enviciadas prácticas internas y externas de algunos que perjudican al resto. Discriminación, persecución político – gremial, acoso laboral y, abuso de poder están al día. Luego, comienzan los trastornos en la salud con dudosos tratamientos o licencias psiquiátricas que llegan a apuntar muertes prematuras o suicidios inducidos por la presión que recae sobre ellos.
Chubut, Córdoba, Neuquén, Tucumán, Capital Federal, Santa Fe son voces que se alzan y cuentan historias similares. En los tribunales se verifican demandas y, algunas ya tienen fallos adversos al banco.
Volviendo sobre nombramientos, otras irregularidades son los ingresos de María Lucila Padin, Facundo Peña y Yamila Bustelo, con sueldos vigentes desde septiembre del 2020 a la fecha. Se verifica que, en efecto, fueron tomados para el área de Personal, aunque, claro, nunca trabajaron ahí. Tras el alta se afiliaron y, “retiraron” con licencia gremial. En rigor, se desempeñan en el área de prensa de La bancaria.
Cuentan, cerca de ahí, de Luciano Padin, hermano de María Lucila. Trabaja en La bancaria y, la influencia de Palazzo lo coloca con remuneración en el banco Provincia de Buenos Aires, obviamente sin trabajar.
Alejandro César Gariglio –Sub gerente general de Recursos Humanos-, ahora gerente zonal Mendoza- sostiene el sueldo correspondiente tras un breve ejercicio lo que reporta un aproximado de $ 3.500.000.-, pero tiene la responsabilidad formal de un zonal, que gana $ 1.000.000.-, jerarquía equivalente a la de uno de sucursal. Absolutamente incompatible y, sucede por primera vez en la historia del banco.
Javier Jorge Peralta -subgerente de Personal- tuvo la bendición de ser trasladado desde Córdoba a casa matriz, como Auxiliar E y, en menos de un año ascendió a jefe principal de Departamento; subió 10 escalones. La normativa de la banca pública establece una promoción de puesto cada dos años.
El “Pulpo” Palazzo también ubica entre muchas otras personas a Vicky Roino, en el Nación. Hace 18 meses aproximadamente accedió en la categoría E, la más baja y ya ocupa funciones en el área de ceremonial del directorio. Su madre Natalia, cuentan, tiene favores del líder bancario, como el mantenimiento de un departamento en Puerto Madero.
El Código de ética firmado por Eduardo Hecker y María del Carmen Barros deja, cuanto menos, perplejidad: “(..) gestionar de manera transparente y rendir cuentas de nuestras acciones. Trabajamos para ser reconocidos por la integridad y profesionalismo de nuestros colaboradores. Seamos el ejemplo de los valores que queremos ser para todos los argentinos”, puede leerse.
En la casa matriz ha comenzado a reinar el terror y, como en tiempos de la anarquía de Francia a fines del 1700 el dedo acusador se encierra en su propio círculo. La directora Carmen Cecilia Fernández Bugna le recrimina a Barros por acordar el nombramiento de Héctor Javier Silva, padre del hijo de Batakis. En rigor, Fernández Bugna es responsable de su propia firma, mientras Barros tiene prohibido pisar el directorio.
Cuestión de tiempo, la guillotina va a caer. La saga está empezando, el insomnio y el pavor circulan febriles. La reputación del banco está hundida por estos sujetos que buscan culpables por los trascendidos de los mismos hechos que son responsables.
(*) Por Bernardo Basombrío, periodista, editor y escritor.