El escándalo por el hallazgo de cocaína en un buque que operó en San Lorenzo sigue sumando capítulos. Este jueves, en audiencia imputativa en los Tribunales Federales de Rosario, solo uno de los tripulantes quedó detenido: un ciudadano filipino que se desempeñaba como cocinero a bordo.
La medida fue confirmada en exclusiva por el periodista Rodrigo Miró, de Aire de Santa Fe, quien además accedió a declaraciones clave del subdirector de la Unidad de Información Financiera de Rosario, Juan Fontana.
Según detalló Fontana, la requisa al buque comenzó a las 11 de la mañana del miércoles y finalizó con el hallazgo de 16 bultos de cocaína escondidos en un refrigerador. “Cada uno tenía entre 26 panes. En 15 de ellos había droga, y en el restante, redes, bollas luminosas, flotadores y comunicadores satelitales”, explicó.
El dato no menor es que la droga estaba preparada para ser arrojada al mar, un método cada vez más habitual en el circuito del narcotráfico internacional. El objetivo: que otros buques o pesqueros la recojan en puntos coordinados por GPS y comunicación satelital.
Fontana también confirmó que no hay certezas de que la carga se haya hecho en Argentina. “Pudo haber sido en la recalada, una zona común entre Uruguay y Argentina, antes del ingreso a aguas territoriales argentinas”, aclaró.

El operativo logístico, bajo lupa pero sin pruebas
El buque había ingresado por el Río de la Plata y tenía previsto pasar por dos puertos argentinos y Montevideo antes de poner rumbo a Ámsterdam, en Países Bajos. Como sucede con todas las operaciones, la carga de provisiones del barco se hizo desde un puerto controlado por personal de aduana y supervisado por cámaras de videovigilancia que están en poder de la justicia.
A pesar de eso, fue la ministra de seguridad, Patricia Bullrich, que deslizó con cierta irresponsabilidad teorías que ponen bajo sospecha a toda la cadena logística: operadores, proveedores y empresas marítimas que actúan bajo supervisión permanente del estado.
Sin embargo, la Justicia ya cuenta con los videos de la carga completa y no habría ningún indicio de que los bultos de cocaína hayan sido embarcados en San Lorenzo. La explicación más simple es también la más contundente: los bultos cargados según información serian dos palet de 1500 kilos de comida que entran muy ajustados en la lancha que alcanzó la provisión de alimentos al buque, con pesar la cantidad de comida que hay en el barco alcanza para descartar la hipótesis vertida por la ministra.
No más “caza de brujas”, el problema es otro
Ayer parecía una cacería: “¿Quién llevó la carga?”, “¿Quién era el proveedor?”, “¿De qué puerto salió?”. Lo cierto es que nada en la investigación hasta ahora apunta a una contaminación local.
La discusión de fondo es otra. El narcotráfico no solo infiltra rutas, sino que también instala relatos, como el de “los puertos liberados”, que genera más ruido que certezas. En lugar de reforzar el control estatal, se busca estigmatizar una actividad estratégica como la logística marítima.
El Estado ausente en la Hidrovía
La Hidrovía hoy es un colador, y no por responsabilidad de quienes operan allí legalmente. Lo es porque el Estado está muy lejos de ejercer el control que debería.
El narcotráfico gana cuando el Estado pierde capacidad de supervisión, y mientras no haya inversión seria en inteligencia portuaria, escaneo de cargas, control satelital y trabajo coordinado entre fuerzas, seguirá siendo terreno fértil para los delitos transnacionales.