El caso Bunge - Viterra

Otra reedición de la política

Los pueblos ven los atropellos Marcha contra la estatización
Por Bernardo Basombrio

Estos días la política nacional vuelve al ruedo con una vieja película. Sucede que la compañía Bunge, es una empresa global, con sede en White Plains, Nueva York, líder de la agroindustria y de los productos alimenticios, con aproximadamente 35.000 empleados en más de 40 países.

En 1884, Ernest Bunge, por la familia fundadora, se traslada a Argentina, donde, con otros socios, crea una empresa coaligada con el nombre de Bunge & Born, que tiene por objetivo de participar en el mercado de exportación de granos del país. Es la rama de un negocio que tuvo paralelo con otra historia en Brasil, aunque no es éste el propósito puntual de la nota que nos ocupa aquí.

Bunge es uno de los mayores operadores del comercio mundial de granos y, anunció un acuerdo de fusión con Viterra, con lo que agiganta su plaza. El alcance representa la suma de u$s 18.000 M, si se las entiende en conjunto y por su valor. Bunge y Viterra son sociedades con asiento local en el rubro y, tienen relevancia en el sector agropecuario, la industria oleaginosa y, otros negocios participando en las exportaciones. 

Para dar dimensión, esto se da dentro del tope de ranking de los primeros cinco del globo. Durante el año 2021, en Argentina, Viterra fue el tercer exportador con 14,4 M de toneladas seguida por Bunge que, se posicionó en el cuarto lugar con 12,7 M de toneladas.

La transacción se plasmó, según el comunicado, de modo tal que los accionistas de Viterra recibirían 65,6 millones de acciones de Bunge, de un valor de u$s 6.200 M, más u$s 2.000 M en efectivo. En otro orden, Bunge asumirá u$s 9.800 M de deuda de Viterra y, hará una recompra de acciones por otros más de u$s 2.000 M.

Hasta acá la noticia; las distintas voces que se escuchan del coro suenan discordante para la película, acaso y por eso vieja. El impacto local de esa sinergia no ofrece mayores cambios, pero tal vez y esperablemente buscarán adaptarse de cara al agro argentino.

El estribillo es de los agoreros políticos locales, tiene de fondo el cuadro de Edvard Munch, “El grito”. Ellos, los mismos que empujaron a Vicentín al concurso probadamente y a través del Banco Nación, e insisten en apropiársela, sin dejar que los acreedores cobren tras hacérsela perder a la familia dueña. 

Ellos gimotean golpeándose el pecho ante quien quiera oírlos sobre la concentración de la riqueza y las multinacionales que dominan la economía, pulverizaron con odio ácido el potencial que tenía la aceitera del norte santafesino que, estaba en liderando el tándem en los puertos de Rosario ante el asombro de esas compañías.

La plañidera era una mujer a quien se le pagaba por ir a llorar al entierro de los difuntos. Aparece en documentación iconográfica y documental de la antigüedad y, en algunos países del mundo, diferentes culturas lo siguen practicando con uso similar.

Las plañideras surgen en la cultura egipcia debido a un tabú que prohibía a los deudos llorar en público. Actualmente, además de seguir ejerciendo su oficio dentro de los ritos fúnebres de algunas culturas, también se han vuelto un espectáculo dentro de algunas festividades mortuorias.

La version local vuelve al ruedo con esa vieja película. Vedados a llorar en público, proclaman la concentración que ellos mismos empujaron, dejando el espectáculo festivo puertas adentro para unos pocos en la política nacional y santafesina.

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