Melincué, famosa por su laguna y su hotel casino, vive una crisis política y económica. Su intendente, Silvio Garbolino, del radicalismo, renunció a su cargo luego de haber sido reelecto hace apenas 20 días. ¿La razón? Una deuda de más de 500 millones de pesos que contrajo la comuna durante su gestión anterior.
Garbolino gastó una fortuna en su campaña electoral, obsequiando electrodomésticos y organizando eventos multitudinarios, de alto nivel. Así logró vencer por amplio margen a su rival de Unidad Popular, Adrián Guida. Sin embargo, la comuna quedó en rojo: le debe dinero al casino, a entidades bancarias y hasta a prestamistas.
Ante la presión de los acreedores, Garbolino pidió licencia y luego presentó su renuncia, dejando el mando a la viceintendenta, Yamila Gallisso. La nueva jefa comunal tendrá que afrontar el desafío de sanear las cuentas públicas y dejar atrás el escándalo.
“No robó, pero hizo una administración espantosa, la quemó toda”, dicen en la localidad del sur santafesino.
Efecto contagio
Es inevitable linkear el caso de Melincué con la situación de algunas comunas del Cordón Industrial, donde hasta hace poco sobraban los recursos y hoy cuentan monedas para juntar la plata de los sueldos. Parece que la torpeza administrativa de Garbolino es contagiosa.