La transformación tecnológica ya no se puede frenar. Las apps de movilidad se han instalado con fuerza en la vida cotidiana, especialmente entre los menores de 40 años, y pretender eliminarlas por decreto es tan insostenible como impopular.
En Rosario, los concejales oficialistas trabajan para legalizar plataformas como UBER y Didi con un objetivo claro: transformar el sistema de transporte público. Mientras tanto, en San Lorenzo se asiste a una capitulación silenciosa, tanto por parte de los actores políticos como de los taxistas y remiseros locales, que comienzan a entender que el único camino viable es adaptarse.
Lejos de continuar con la cacería, los remises y taxis de la ciudad están comenzando a explorar su propia reconversión digital. Algunas agencias ya trabajan en el desarrollo o la incorporación de aplicaciones móviles que les permitan competir en igualdad de condiciones, bajando costos y mejorando el servicio.
Detrás del cambio, hay un fenómeno imparable: la gente ya eligió. Rápido, simple, transparente, con precios estimados, sin necesidad de efectivo, con puntuaciones y comentarios, el modelo UBER se convirtió en el nuevo estándar. En las nuevas generaciones, UBER no es una opción, es una costumbre.
El poder de movilización de los sindicatos del volante logró postergar este debate por años. Pero la presión social y el cambio cultural han sido más fuertes. La política local, que por años prefirió mirar para otro lado, hoy empieza a entender que no puede seguir ignorando el presente.
Así, San Lorenzo avanza hacia un sistema mixto donde taxis, remises y aplicaciones deberán convivir bajo reglas claras. El final ya está escrito: la convivencia y, probablemente, en el futuro, la unificación en un único sistema regido por el costo, la calidad del servicio y la tecnología.
La ciudad, que días atrás fue noticia por propuestas fuera de época, ahora comienza a dar los primeros pasos hacia un modelo moderno, eficiente y alineado con lo que ya funciona en el mundo. El futuro llegó, y no se lo puede prohibir.