Con las elecciones generales de ayer comenzó un cambio generacional para toda la política de San Lorenzo.
Los dos dirigentes políticos más importantes de la ciudad desde la recuperación de la democracia anunciaron que estos cuatro años de mandato son los últimos en sus cargos. De esta manera, Leonardo Raimundo y Armando Traferri comienzan su último primer día (UPD) y ayer tuvieron sus respectivas “bajadas de discurso” en sus búnkeres de campaña.
Ambos políticos están obligados a dejar sus legados para las próximas generaciones, quienes tienen por delante desafíos gigante para un país que es mucho peor del que a ellos les tocó ser protagonistas. Narcotráfico, inseguridad, 50% de pobreza y la falta de educación son algunos de los problemas estructurales con los que deberá lidiar la nueva camada dirigencial. Esas problemáticas constituyen amenazas que están muy por afuera de los limites de una república como la que proyectaron Alberdi, San Martín o Belgrano para una nación sana.
A los ciudadanos de a pie nos cuesta dimensionar lo que implica para una persona tener la responsabilidad de dirigir un ciudad o legislar para un departamento. Para graficarlo voy a utilizar como ejemplo lo más preciado que tenemos la mayoría que es nuestras familias: aquellos que asumen esta responsabilidad lo primero que ponen en crisis son a sus propias familias restando tiempo a momentos que no se vuelven a repetir como un cumpleaños de un hijo, un evento de gimnasia artística o un viaje de fin de semana. Remarcar este punto me parece central para comprender lo difícil que es constituir equipos y legados dirigenciales que permitan las renovaciones dirigenciales.
Comienzan en mi opinión los 4 mejores años tanto para Raimundo como para Traferri, para pensar y dejar grabado en piedra su legado. Y que lo más preciado que le han dado a la sociedad, que es su tiempo de vida, se proyecte a la eternidad.