El Puerto de San Pedro atraviesa una de las situaciones más críticas de su historia reciente. Desde el 23 de mayo, el buque granelero Yasa Tokyo, cargado con 33 mil toneladas de trigo con destino a Angola, permanece varado frente al muelle local sin poder reincorporarse a la Vía Navegable Troncal. El incidente no solo paralizó la operatoria portuaria, sino que también dejó al desnudo el déficit estructural que arrastra la terminal fluvial.
A pesar de los esfuerzos desplegados, el problema de fondo sigue sin resolverse. Durante el fin de semana, la draga Afonso de Albuquerque retiró más de 65 mil metros cúbicos de sedimentos del canal de acceso, según confirmó el presidente del Consorcio de Gestión del Puerto, Carlos Casini. Sin embargo, no se alcanzó la profundidad mínima de 9,80 metros necesaria para que el barco pueda zarpar.
El diagnóstico es preocupante. Casini advirtió que se necesitaría remover más de 300 mil metros cúbicos de sedimentos para garantizar una salida segura, el triple de lo que normalmente se extrae en un año entero. La acumulación de sedimentos se explica por el arrastre del río Arrecifes y por las recientes crecidas que impactaron en la zona de Baradero, con consecuencias directas aguas arriba.
“Estamos abocados al dragado con todos los esfuerzos posibles. Pero también debemos evaluar los costos: necesitamos saber de cuántos metros cúbicos estamos hablando y de qué recursos vamos a disponer”, afirmó el funcionario. Y anticipó: “Es probable que debamos recurrir a financiamiento extraordinario de Provincia”.
Mientras tanto, la actividad portuaria está paralizada. Otros buques que debían operar se mantienen en espera, sin una fecha clara de reanudación. La firma Grobocopatel Hermanos, una de las principales operadoras del puerto, ya comenzó a registrar demoras con impacto comercial directo.
Pero la emergencia operativa no es el único síntoma del deterioro. En paralelo, la contaminación del espejo de agua genera alarma ambiental. Manchas oleosas, residuos flotantes y aguas estancadas reflejan una realidad ignorada por años: la falta de una planta depuradora en funcionamiento. Según informaron desde el Consorcio, los efluentes cloacales y pluviales sin tratar son descargados directamente en el río, convirtiendo al puerto en una zona de alto riesgo sanitario.
Lo que comenzó como un incidente puntual se transformó en un espejo de una crisis mayor. San Pedro necesita más que una draga para recuperar su operatividad. Requiere una estrategia integral, inversiones sostenidas y un plan de acción coordinado entre Nación, Provincia y el sector privado. Sin eso, el riesgo no solo es económico: también es ambiental y social.
El barco sigue varado. El puerto también.