Una vergüenza. Eso es lo que genera contemplar el edificio que ocupa en la actualidad la Aduana en San Lorenzo.
Es que uno supone que al tratarse de uno de los organismos registrables más importante del país y el el número 1, por lejos, en materia recaudatoria, debería tener oficinas acordes a tal jerarquía.
Sin embargo, ocupa un edificio viejo, con poco mantenimiento, y que se viene abajo.
Solo vasta pasar por delante para darse cuenta.
Los revoques se caen a consecuencia de la humedad, y no se reparan; el frente posee persianas que datan de decenas de años, inutilizadas por años y todas oxidadas; y las cortinas internas, tipo «americanas» hace tiempo que no se levantan y están viejas y ritas.
La falta de presupuesto otorgado por el organismo nacional para con su repartición sita en el corazón del polo sojero, centro de recaudación anual de 20.000 millones de dólares en promedio y eje de más de la mitad del total de los ingresos por las exportaciones totales del país, es detestable.
La ineptitud de la actual conducción local es también otra de las aristas de esta historia.
La misera de su estado edilicio es tal que sólo basta ponerse a ver el ingreso por la ochava de San Martín y Berón de Astrada, donde el plafón lumínico no tiene ni siquiera una miserable lamparita.
Comentarios