Tribunales de San Lorenzo

Violencia, infidelidad, drogas, manipulaciones y hasta caca untada en un colchón

Violencia, infidelidad, drogas, manipulaciones y hasta caca untada en un colchón

Comenzó el juicio contra Juan José Borda por propinarle una brutal golpiza a su ex pareja María José Díaz en su casa de barrio José Hernández. El fiscal Lucente ratificó el pedido de 10 años de cárcel y la víctima describió el horror al que fue sometida durante cuatro años de convivencia.
Comenzó el juicio contra Juan José Borda por propinarle una brutal golpiza a su ex pareja María José Díaz en su casa de barrio José Hernández. El fiscal Lucente ratificó el pedido de 10 años de cárcel y la víctima describió el horror al que fue sometida durante cuatro años de convivencia.

María José Díaz, la sanlorencina que resultó víctima de un gravísimo hecho de violencia de género, describió el horror que atravesó durante los cuatro años que estuvo en pareja con Juan José Borda: amenazas, manipulaciones y agresiones hacia ella y dos de sus tres hijos, dentro de un contexto de consumo problemático de drogas por parte del acusado. En la apertura del juicio que se lleva adelante en Tribunales de San Lorenzo, el fiscal Leandro Lucente ratificó el pedido de 10 años de prisión efectiva para Borda.

En la jornada inicial del debate, encabezado por el juez Carlos Gazza, prestaron declaración este martes los testigos ofrecidos por Fiscalía y por la querella, representada por Laura Maderna y Gabriel Filippini. Y también se escuchó el relato de la la hija mayor de la víctima, en Cámara Gesell, sobre los hechos ocurridos en aquel 27 de octubre de 2021 en una vivienda de barrio José Hernández.

En la primera parte de la audiencia, el fiscal Lucente relató que Maru y su ex pareja Borda habían mantenido una nueva discusión durante la tarde del miércoles 27 de octubre de 2021. Describió que ellos estaban separados y que tienen dos hijos en común. Y referenció que la víctima reside en Perdriel al 600, detrás de la casa de su abuela.

Lucente precisó que Borda le pegó a Maru con un velador en la cara y que la siguió agrediendo cuando estaba desvanecida en el piso, a través de golpes de puño y de patadas en la cabeza y en el torso. Advirtió que cuando la hija mayor de la mujer intentó interceder para que el violento dejase de agredir a su madre, Borda la agarró de la remera y la empujó contra el inodoro.

Mientras le pegaba y le gritaba «hija de puta» -prosiguió el fiscal Lucente-, luego Borda decidió envolverla con un acolchado para que sus hijos no vieran tal como la había dejado. Y procuró esconderla debajo de una cama. Maru estuvo dos días internada en el hospital Granaderos a Caballo hasta que una tomografía descartó lesión neurológica en el cerebro, describió el funcionario del MPA.

Según Lucente, “la intención de Borda era clara; matar a María José”. Y recordó que “a su hijo G. le dijo que la había matado, antes de irse de la casa”. Por lo tanto, el fiscal solicitó la pena de 10 años de prisión “por el delito de homicidio doblemente agravado por el vínculo y por mediar violencia de género en grado de tentativa”.

La primera testigo ofrecida por Fiscalía y querella fue la propia María José Díaz, víctima del hecho. Ante el juez Gazza ratificó que estuvo cuatro años en pareja con Borda, con quien tiene dos hijos: G. de 7 años y M. de 3; además de una hija mayor de otra relación, L. de 14 años.

“Nos separamos en 2021, porque yo lo encontré con una chica en octubre. Me golpeaba y consumía drogas. Le hice un montón de denuncias. En febrero de 2018 hice una prohibición de acercamiento que nunca cumplió. Nos separamos muchas veces y después volvíamos”, declaró Maru Díaz.

Aunque estaban separados, habían acordado que Borda se quedase al cuidado de los tres menores mientras Maru trabajaba como empleada doméstica. “Cuando me iba a trabajar se ofrecía a cuidarme los chicos en mi casa”, sostuvo la víctima. “Veía más a la nena chiquita porque el nene no quería ir. Lo maltrataba”, lamentó la mujer sobre los dos hijos en común con el imputado.

Maru contó que aquel 27 de octubre tenía que cubrir un nuevo puesto de limpieza. “Juan me pidió una de las dos motos prestada para llevar unas chapas a la casa de la madre en Fray Luis Beltrán. Como ese trabajo me quedaba a la vuelta de ahí, a la salida pasé y la madre me decía que su hijo no estaba. Estaba mi moto ahí adentro y sale una chica de ahí, con la que me había sido infiel”, señaló.

Las discusiones continuaron por la tarde entre Maru y Borda, luego de que volvieron los chicos de la escuela, ya en la casa de la mujer en barrio José Hernández. “Salí del baño y me golpeó en la cabeza con la base de madera del velador. Fue lo último que recuerdo de aquel día”, describió la víctima de violencia de género.

Como cada vez que discutían, Maru mandaba a sus tres hijos a la casa de su abuela, que vive en la parte delantera del inmueble. “El nene me dijo que estaba escondido detrás del ropero. Cuando llegó L. me siguió pegando patadas en el suelo. Me envolvió con un cubrecama y me tiró ropa encima. Cuando me despierto al otro día en el hospital, me levanto de la cama y me veo toda la cara hinchada y la huella de la zapatilla de Juan en el espejo del baño”, afirmó.

Aunque Maru quedó al cuidado de su padre en el hospital, Borda se las ingenió para ingresar a la zona de internación. “Cuando me desperté Juan estaba ahí y me dijo «quédate tranquila que el que te chocó la va a pagar». Seguramente mi papá habría bajado a fumar un cigarrillo”, especuló. El violento hasta dejó su calzado tipo gomones en la sala. “Los reconocí porque tenía salpicaduras de pintura blanca. Mi padre me reconoció que Juan me había golpeado”, aseveró.

Maru relató que aquella no fue la primera vez que había sido víctima de un hecho de violencia de género por parte de Borda. Recordó que un sábado volvían de pasar el día en el predio de Punta Quebracho cuando mantuvo una discusión con su entonces pareja. Ella quiso bajarse del auto para irse con sus hijos a la casa del padre, se le enganchó la campera con la puerta del vehículo y fue arrastrada media cuadra, reconoció.

“Me rompía toda la casa. Una vez roció un colchón con combustible y hasta le tiró caca encima. Rompía las lamparitas de luz para que quedáramos a oscuras en la casa. Llevaba a mi hija mayor a un kiosco y nunca compraba nada, hasta que me di cuenta que ahí le vendían droga”, cerró la víctima.

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