Editorial

Javkin, un político desbordado y sin capacidad de reacción

De la Rua saliendo de Casa Rosada en 2001
Por Nicolás Carugatti

El intendente de Rosario, Pablo Javkin, en cada aparición pública intenta mostrarse enojado por la terrible situación que vive la ciudad que gestiona desde 2019. Balaceras a comisarías, agencias policiales, centros de salud, asesinatos de personas inocentes para mandar mensajes mafiosos, pero su templanza siempre es la misma: la de un político desbordado, que no logra encontrar el tono ni las formas para enfrentarse contra los responsables.

El intendente rosarino cometió los errores de manual de un buen Radical al mando de un ejecutivo: creer en dirigentes del Peronismo como posibles aliados de gestión. Javkin depositó las esperanzas en Omar Perotti creyendo que podría ser un aliado para conducir la caótica Rosario, tomada por precarias bandas narcocriminales. Pero muy por el contrario, el gobernador parece odiar la ciudad, hundiéndola en el abandono total.

El Radicalismo tiene muchos cuadros como el de Pablo Javkin, dirigentes que vienen desde décadas ocupando diferentes cargos legislativos y ejecutivos, pero cuando les toca ser protagonistas de las transformaciones sus propias limitaciones ideológicas y poco pragmáticas terminan haciendo que terminen sucumbiendo contra las coyunturas de la realidad. El último dirigente Radical que ocupó el máximo cargo político del país fue De la Rúa y quedó preso de su propia campaña para mantener “un peso, un dolar”, situación que el Peronismo resolvió haciendo una devaluación histórica sobre las “cenizas” de la dirigencia Radical.

Javkin camina hacia el peor lugar y la historia podría recordarlo como un dirigente que hizo de Rosario un lugar invivible.