Rosario

“Una ciudad desbandada por el narcotráfico”

“Una ciudad desbandada por el narcotráfico”

Marcelo Fernandez
Por Marcelo Fernández
Por Marcelo Fernández

Desde hace tiempo es posible ver cómo el crimen organizado le gana terreno al Estado desorganizado. Primero fue el consumo de drogas, después la instalación de quioscos para venderlas, más tarde ocurrió algún tiroteo, luego vino una balacera contra una propiedad, algún muerto marginal… y así de manera progresiva hasta que llegamos a este estado de situación: una ciudad desbandada por el narcotráfico.

Hoy nos encontramos con algo que no pasaba hasta hace dos años: extorsiones a pequeños negocios barriales. Apuntan a un comerciante: “Poneme tanto o si no, bala”. Son acciones que muchas veces se orquestan desde la cárcel. ¿Nadie puede hacer nada para frenarlas? ¿Ni el gobierno nacional, ni el provincial ni el municipal pueden actuar? ¿La Justicia federal y provincial tampoco? ¿Y el Servicio Penitenciario? Estamos hablando de bandas chiquitas, primitivas, que no tienen sofisticación; sin embargo, es evidente, no pueden hacer nada.

Entonces como el Estado no frena el crecimiento, la delincuencia no se detiene. Por eso el juez federal Aníbal Pineda acaba de hacer un llamado de atención a los grandes empresarios de la ciudad, a quienes ve como las próximas víctimas de la narcocriminalidad. Les advierte que tendrán que cuidar de su seguridad personal y familiar. Y también de sus negocios, porque las bandas irán por sus empresas.

El aviso del juez Pineda tiene fundamento en este aumento constante de la criminalidad y por la extorsión que sufren hoy muchos pequeños comerciantes de los barrios. Ante semejante advertencia de un juez de la Nación, ¿qué hay que esperar para actuar?

Es hora de que distintos actores con poder salgan de abajo de la cama y empiecen a jugar este partido. Tienen que demandar que se haga una depuración de la política, la Justicia y el Poder Legislativo para que se vaya la mugre. Esa mugre es la que protege todo este descalabro.

Las asociaciones empresarias y los grandes empresarios de la ciudad tienen que ponerse las pilas para liderar un cambio que exija a la política que se saque de encima la mugre que encubre a estas bandas, que por ahora son primitivas pero que generan mucho daño.

Rosario es hoy una ciudad de mafias. No es una exageración. Está a la vista: de un lado, la mafia del narcotráfico y en el otro extremo, la mafia de los trapitos. En el medio están la mafia empresaria, la periodística, la política, la del juego clandestino, la judicial… Es una ciudad manejada por los malos. Y las cosas se pueden poner peor.

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