Alcanzaron 45 días de Maximiliano Pullaro al frente del gobierno provincial para que todo lo que estaba en el marco de las especulaciones quedara brutalmente expuesto con datos: la seguridad en San Lorenzo estaba a merced de los delincuentes. Móviles policiales abandonados, soldaditos regados por las calles, grupos especiales desmantelados, zonas liberadas y ninguna conducción policial.
El ex gobernador Omar Perotti estaba obsesionado con San Lorenzo. Y el primer gran movimiento fue poner toda la estructura del Estado para perseguir al senador Armando Traferri. En el riñón del senador sanlorencino siempre tuvieron en claro que el objetivo de Perotti era meterlo preso para sacarlo para siempre de la política y controlar desde el plano provincial los hilos del departamento que más ingresos por exportaciones genera en todo el país.
Traferri, producto de sus años en la Cámara de Senadores construyendo poder interno, se aseguró que el resto de los legisladores lo acompañaran para que no prosperase el desafuero que pidieron los fiscales Matías Edery y Luis Schiappa Pietra para llevarlo a una audiencia imputativa. Esta primera etapa del plan Perotti se complementó con la elección de “dirigentes” territoriales que con la asignación de millones de pesos comenzaran a crecer cada uno en su terruño. Y por esas épocas, todos se convirtieron en candidatos a suceder a Traferri en el Senado.
Cuando vio que su estrategia de terminar con Traferri no avanzaba, Perotti se centró entonces en la ciudad de San Lorenzo. Tenía ya en el territorio a un ex funcionario de Leonardo Raimundo que había decidido genuinamente no seguir en el oficialismo y aceptó ser candidato en las elecciones intermedias a concejal, Esteban Aricó.
Entonces, Aricó se presentó en 2021 y logró ingresar al Concejo haciendo campaña como el “hombre del gobernador en el territorio”, una campaña que se desarrolló con normalidad, muy diferente a lo que sucedería dos años después con las elecciones a intendente.
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La crisis de seguridad desgasta la imagen de los ejecutivos locales, algo que la política tiene muy bien estudiado, que se agrava con la imposibilidad de los intendentes de poder mejorar los índices delictivos con los elementos que la Constitución les asignan. Por lo tanto, liberar San Lorenzo debilitando la Policía, quitando todo los recursos y utilizar los medios para sembrar el caos de inseguridad y señalando a la Municipalidad como responsable era un buen plan.
Pero los tiempos cambian. Hoy, a 45 días de intervenida la Unidad Regional XVII por el gobierno de Pullaro, todo el plan Perotti quedó pornográficamente expuesto. Como ejemplo sobra un botón: el Comando Radioeléctrico contaba con apenas tres móviles y no se cubrían todos los turnos con la cantidad de efectivos disponibles. Para tener dimensión: en 2019 había 9 patrulleros y más de 30 efectivos que generaban patrullaje preventivos, como ya se empieza a ver por estas horas.
Para capitalizar esta liberación de la seguridad en la ciudad, Perotti montó un Estado local paralelo que tenía en la ayuda social con bolsones de comida distribuidos por su jefe territorial y candidato, Esteban Aricó, como la principal arma política para captar votos. En simultáneo, el equipo político del gobernador montó una campaña publicitaria multimillonaria que superó los 100 millones de pesos sólo en redes sociales.
En conclusión, los sanlorencinos no merecemos nunca más ser rehenes de la ambición de los armados políticos provinciales que se obsesionan con adueñarse de todos sus recursos, sin importarle el costo que termina pagando el pueblo.